viernes, diciembre 30, 2016

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Es una manera que se me ocurre de ver cómo se aleja el año 2016. Puente de plata para él, que nos avisó —cabrón— en febrero con un estado pre-mortem de mi madre para darle la puntilla el último día de noviembre. Hay que tener mala idea. Ella, al menos, se repuso en esos diez meses y nos dio alegrías con apetito y sonrisas, sus mejores constantes vitales. Que uno de los más beneficiados por este año que se va sea Cristiano Ronaldo me exaspera, después de los atentados de Bruselas, de Ankara, de Niza, de Kabul, de Berlín..., de los muertos en Siria, del paro y de la pobreza, de la educación en España y de los terremotos. 2016 se ha llevado también a mi amiga de juventud Concha Merchán, a Alberto Gil Novales, a Víctor Infantes y esta misma mañana me he enterado de que un jovencísimo alumno de mi Facultad no ha aguantado más este mal año. Con razón decía mi padre lo de los bisiestos. Él murió en bisiesto hace veinticuatro y bisiesto fue aquel funesto 2008 con tanto golpe fatal —Ángel Campos, Manolo Peláez...—. Este 2016 no ha querido irse sin fastidiarnos las fiestas y desde el jueves 22 tengo un mensaje de C. que decía «Estoy en urgencias con mi madre», en un hospital del que saldrá mañana con el alta, una prótesis de cadera y sus noventa y cuatro años. Y ahora, por si fuera poco, este año, en sus estertores, manda punzaditas a mi conciencia ecológica para incomodarme con la luz de la cocina de mi vecino de enfrente, encendida día y noche desde el miércoles 28 hasta que vuelva su dueño el próximo año. Lo dicho, mala idea.

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