jueves, abril 30, 2015

Un día sin comienzo


«Ninguna de ellas española». Dos veces en el mismo día escuché esta frase. Hace unos meses. Cuando un avión de Air Asia cayó al mar con ciento sesenta y dos personas a bordo en Indonesia y tras incendiarse un ferry italiano que llevaba a casi quinientos pasajeros desde Grecia a Italia, de los que habían muerto once el último día del año 2014. «Ninguno de ellos español». Los muertos por el terremoto de Nepal del pasado sábado pueden superar los diez mil, leo en algunas noticias, que detallan sobre todo el protocolo de repatriación de los ciudadanos españoles. Qué rara verdad es que cuando los muertos son de otros no es lo mismo. Ahora, cuando son nuestros... Recuerdo con estupor cuando pienso en estas cosas aquellos atentados del 11-M en Madrid, en los que todos los muertos eran nuestros (polacos, peruanos, búlgaros, chilenos, dominicanos, españoles de Jaén, Murcia, Alcalá de Henares, Madrid, Palencia..., rumanos, colombianos, ecuatorianos, marroquíes...). Dejé anotado algo así cuando se cumplió el undécimo aniversario de aquello para escribir sobre la novela de Alonso Guerrero, Un día sin comienzo (Mérida, De la luna libros, 2014), que es un relato atomizado en cuarenta y un capítulos —cuando recibí el libro escribí por error treinta y nueve— cronometrados desde las siete de la mañana (7:00) hasta las 7:37, cuando hacen explosión las bombas de Atocha, las del Pozo y Santa Eugenia (7:38) y las últimas casi en Atocha (7:39), que por eso van los últimos cuatro capítulos en blanco. Las primeras treinta y siete secuencias están focalizadas en otras tantas víctimas de aquel sangriento y brutal suceso; y supongo que una de las fuentes de Alonso Guerrero para el germen de este libro fue la misma que nos conmovió a muchos hace ahora más de once años con la lectura de unas breves biografías que El País publicó poco después de los atentados del 11-M. Unas memorias sencillas que también se publicaron en otros medios. Con independencia del hecho real, cuya evocación sigue conmoviendo, es muy atractiva esta propuesta de un escritor que no ha dejado de explorar rutas distintas para abordar el género narrativo. A pesar de que, como ya apuntó Gonzalo Hidalgo Bayal, quienes conozcan la trayectoria literaria de Alonso Guerrero no dejen de sorprenderse con Un día sin comienzo. Pero no por una renuncia a un discurso narrativo menos convencional; sino, en mi opinión, por la elección de una referencia real con una profunda carga emocional para seguir buscando modos menos acostumbrados de literatura. Y con independencia también de la potencia del mismo hecho y de su costura sentimental —todos los nombres de los personajes pueden ser identificados—, Alonso Guerrero mantiene la razón ficticia de su relato. Incluso cuando se alude al único personaje que ni siquiera tiene nombre, el de la mochila; un personaje que, ojalá, hubiese sido ficticio. A pesar de todo, pues, a pesar de tanta tremenda realidad, Alonso Guerrero, como uno de sus personajes, María Pilar (7:29), ha utilizado el tren «para echar combustible a la imaginación» (pág. 143).Quizá por ello otro de los personajes principales de esta novela, si no el más prominente, sea el tiempo. Emocionante.

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