viernes, agosto 29, 2014

Glorias de Zafra (V)


Cuando a mi madre no le sale la voz del cuerpo y habla muy bajito, yo acerco la oreja a su boca para escuchar y ella aprovecha para besarme entre el lóbulo y la mejilla; la jodía. Esos días se repone si descansa en la cama largo rato y si luego come lo que le gusta. A media tarde, una dulce reminiscencia de mi infancia, «las legítimas y acreditadas tortas de aceite de Inés Rosales» de Castilleja de la Cuesta. En la comida me ha sorprendido a veces al pedirme una copita de vino, como cuando se fue muriendo en directo Adolfo Suárez. La vi lamentarlo, aunque le llamase unas veces Alfonso y otras Antonio; y puedo decir que fue la primera en darme la noticia: —«Ha muerto», dijo. Fue lo que leyó en un llamativo faldón de la pantalla. Y luego añadió: —«Suárez». Aquel domingo de marzo nos dieron ganas de calamares fritos, por el olor que venía del bar de abajo —otro recuerdo de la infancia— y que entraba por la cocina. Comió pescado, que le gusta mucho. Hoy cumple 91 años y vamos a ir a Zafra para estar con ella. Ya no lee; pero voy a llevarle para que lo tenga lo que me publicó Ezequías Blanco en el último número extraordinario de Cuadernos del Matemático. Son solo dos páginas; las que ilustran por la cabeza y por el pie este asiento de blog. Lo titulé Palabras para Justa. Felicidades.

jueves, agosto 28, 2014

Peret, el muerto vivo


Genio y figura. He leído hoy que Pere Pubill Calaf, «Peret» (1935-2014), había pedido que en su entierro se cante El muerto vivo, que él tanto difundió y que hace pocos años grabó en un alegre video con Marina (Ojos de brujo) dirigido por Paloma Zapata. Si no fuese una pena grande que él no estaba tomando cañas ni de parranda, la noticia de su muerte ayer tuvo miga. Y lo peor es que la prensa, salvo excepciones, como si no hubiese ocurrido nada; como si, una hora antes de fallecer, no se hubiese difundido que el muerto estaba vivo. Que digo yo que eso también, aunque sea después de todo, es noticia. Vamos, que se puede contar. Pues no, en Hora 14, de Ana Guantes, el informativo de La SER, se dio la información sobre la muerte como si antes no hubiese pasado nada, como si El País digital no hubiese publicado más de una hora antes que Peret había fallecido. Lo escuché en directo, a las 13:06, en el programa de Santiago Alcanda Como lo oyes, de Radio 3. Había empezado con sus piezas (Paul Simon) de los «Instrumentales para una tarde de verano» y a poco del inicio, a los seis minutos, Alcanda dijo que Peret había muerto y, con reflejo periodístico, puso ya alguna pieza del cantante. Sería la una y cuarto cuando se incorporó al programa Teo Sánchez (Duendeando) para conversar con Santiago Alcanda sobre el rey de la rumba catalana. Y poco después, tras el Borriquito, es el director del programa el que dice que se han quedado helados y que algunos medios están desmintiendo la noticia del fallecimiento de Peret. Suena ¡Qué suerte!, cantada por Peret y Amparanoia, y Alcanda se disculpa por la noticia que se ha difundido, y retoma el guion del programa y pone una pieza de Barry White, que acaba con la intervención de nuevo de Teo Sánchez que aclara que el portavoz de la familia de Peret le ha confirmado por teléfono que no es cierto que el cantante haya muerto, que está en estado crítico, y que ha sido alguien buscando protagonismo quien ha difundido la noticia falsa. Nada de esto —que estoy seguro se dio en todos los medios que estaban emitiendo en directo— se ha reflejado luego en esos mismos medios. Es más, la mismísima Radio 3, y el programa Como lo oyes, tiene en su página un podcast especial «Muere Peret» que omite todo lo que he contado. Hay que escuchar completa la grabación aquí del programa para saber lo que ocurrió a partir de la llegada de la noticia de la muerte, falsa pero inminente, del bueno de Peret, que en paz descanse. No comprendo el periodismo que no sabe administrar ni digerir los errores que también son noticia.

lunes, agosto 25, 2014

Julio Cortázar, 100 años


© Archivo fotográfico de Aurora Bernárdez
Ayer vi el documental Cortázar de Tristán Bauer que puso La 2 de RTVE a las once de la noche. Cuando en los primeros minutos —tras unas palabras de «Las babas del diablo»— aparece la imagen del escritor hablando de su vida en 1977 en el mítico programa de entrevistas A fondo de Joaquín Soler Serrano, y antes se escucha el preludio de la Suite nº 1 para violonchelo de Bach, uno cree que va a encontrarse con un documental fácil y lleno de todos los tópicos sobre Julio Cortázar, del que mañana celebramos los cien años del nacimiento. No; al poco tiempo, uno se da cuenta de que el provecho que saca Bauer a los fragmentos de aquella maravillosa entrevista es como un homenaje a aquel documento cuya grandeza pone de manifiesto. La base principal es la palabra de Cortázar. Sí, las evocaciones del pasado están sacadas de aquella mítica conversación; pero también hay imágenes de una conferencia de prensa en el aeropuerto de Barajas en 1981 y de una entrevista con Daniel Mendoza en 1983; hay un paseo por París. Y hay, sobre todo, textos, que es lo que da la calidad especial a este documental de Tristán Bauer, que tiene ya veinte años. El resultado es un recorrido biográfico muy interesante, más artístico y partidario que informativo; y por eso bueno. Una lástima que nuevamente RTVE muestre tan poco respeto por los contenidos de los espacios culturales que emite, y vuelva a cortar los créditos del programa. Deben de ser una pesada eternidad los dos minutos y cuarenta y cinco segundos que dura ese colofón que ofrece información que puede interesar: títulos de los trozos de música seleccionados, filiación de los fragmentos de imágenes, agradecimientos, colaboradores, aportaciones y, además, ese telón final con la foto de Julio Cortázar con su gato Teodoro W. Adorno a su regazo. Aquí puede verse completo lo que la televisión española no quiso emitir.

domingo, agosto 24, 2014

Sant'Abbondio


© CMD 
El efecto benéfico del viaje —como el cambiar el enfermo de posición que decía Josep Pla— caduca pronto. Para algunos, en el momento de deshacer las maletas al regreso. Otros —no hay que exagerar— nos conformamos con volver a ver fotografías o releer anotaciones para recordar lo que fue un viaje que nos parece antiguo después de un mes. El más atractivo de los templos de Como —con permiso del Duomo dell'Assunta— está fuera del centro histórico más visitado. Hay que ir. Y merece la pena. Cuando lo visitamos, una de esas mañanas lluviosas en Como de este julio, una excursión de jubilados alemanes atendía a las explicaciones de una guía que quizá les estuviese hablando de las huellas de la arquitectura teutona en la basílica. Casi a oscuras. Nos pareció que a nadie se le había ocurrido echar una moneda de cincuenta céntimos de euro para disponer de unos cuantos minutos de iluminación del ábside. Entre todos los que eran el desembolso no habría sido gravoso. Mereció la pena cebar la hucha, pues se nos mostró, ya solos, aquel ábside en todo su color, con unos frescos que ofrecen imágenes de la vida de Cristo y que se alaban como testimonios de la vida cotidiana del siglo XIV del que datan. Sant'Abbondio fue el cuarto obispo de Como y sus reliquias reposan en una urna del altar; cuya representación yace allí, con sus zapatitos y todo. Me acordé del nombre del personaje de la novela que me llevé al viaje: Los novios. El primer ser humano que aparece en aquel entorno de monte y lago, de collados, vallecitos y lomas, de veredas, es el párroco don Abbondio, que acompaña al lector desde el principio al fin del relato. Me lo imaginé con su sombrero, su bastón y su breviario, en su tiempo, en una iglesia como esta. Reminiscencia de un viaje.


miércoles, agosto 20, 2014

Cadalso en San Roque


© Oficina de Turismo de San Roque

A Russell P. Sebold, in memoriam

Fue en septiembre de 2011. Pasábamos unos días en Cádiz y se me ocurrió que, a pesar de que San Roque dista de la capital unos ciento veinte kilómetros, podíamos acercarnos hasta allí para ver la tumba de Cadalso. Andaba uno afanándose en la edición de los Ocios de mi juventud del gaditano, y qué mejor motivo para el viaje que saber que nada iba a aportar a mi trabajo el conocer el lugar en el que reposan los restos del poeta. El puro gusto. Llamé el mismo día a la Oficina de Turismo del Ayuntamiento y me dijeron que la iglesia de Santa María de la Coronada abría de seis a ocho de la tarde; pero al llegar nos encontramos cerrada la iglesia. Era lunes. Tuve que conformarme con una foto del exterior, la de la calle que lleva el nombre de Cadalso en San Roque y otra de la casa en la que nació el actor Juan Luis Galiardo, que por aquellos tiempos ofrecía su imagen a Extremadura —qué cosas— y que moriría meses después. Cuando volvimos a casa, escribí una queja a la Oficina de Turismo de San Roque, que no tardó en responderme —firmaba Esther Martínez Morales— excusándose, ya que a ellos les habían facilitado la información de que abrían de lunes a sábado a esas horas excepto los domingos, que la misa era por la mañana. La excusa no quedó ahí, sino que doña Esther Martínez volvió a escribirme para resarcirme por el disgusto con el envío de un libro (Sebastián Araujo Ruiz de Conejo, La Parroquia Santa María La Coronada, de San Roque, Fundación Municipal de Cultura Luis Ortega Brú y Patronato Municipal de Deportes y Turismo, 2004) en el que se reproduce la sepultura del poeta, «situada en el pasillo central, cerca de la puerta principal y a la altura de los atrios laterales». Pero la atención tampoco quedó ahí, porque al tiempo que me anunciaba el envío de esa obra, me adjuntaba en su mensaje cinco fotografías del interior de la iglesia y de la lápida dedicada a Cadalso, dos de las cuales reproduzco aquí. En la primera puede leerse claramente el texto en latín, que, en traducción de mi amigo Luis Merino Jerez, viene a decir: D[eo] O[ptimo] M[aximo]| AQUÍ YACE | JOSÉ CADALSO VÁZQUEZ| GADITANO | CORONEL DE CABALLERÍA | CONDECORADO CON LA ILUSTRE CRUZ | DE SANTIAGO | RESTAURADOR DE LA POESÍA EN ESPAÑA | QUE | POR UN DISPARO EN GIBRALTAR | TIÑÓ CON SU PROPIA SANGRE LOS LAURELES| DE MARTE Y DE APOLO |Y DIO SU VIDA POR LA PATRIA | EL 27 DE FEBRERO DE 1773 | A LA EDAD DE 41 AÑOS | DESCANSE EN PAZ. AMÉN. Aparte algún descuido del cincelador, el error más notorio es el del año de su muerte, que fue 1782, a los cuarenta  años, pues había nacido en octubre de 1741. Sebastián Araujo Ruiz de Conejo escribe en su libro que la lápida fue colocada en junio de 1860 con un epitafio de Juan Nicasio Gallego, y es objeto de ofrenda de flores todos los 28 de febrero. Todo esto dio de sí —gracias a la gentileza de Esther Martínez Morales— nuestra visita frustrada al lugar donde reposan los restos de Cadalso y sobre la que nunca hablé por extenso a mi amigo (q.e.p.d.) Russell P. Sebold. Por eso, hoy, día 20 de agosto, que habría cumplido 86 años, he querido, según costumbre, recordarle con este relato a propósito de su buen amigo «romántico» Pepe.
© Oficina de Turismo de San Roque

martes, agosto 19, 2014

Las visitas de Caronte


Me está saliendo un agosto que se diría el noviembre de los difuntos. Lo digo por la imagen de la cubierta del libro de Vázquez Montalbán que está más abajo y el aire del poema de mi hermano «La casa de mi madre» que orgullosamente puse aquí mismo el otro martes, y que él acaba de publicar en su blog. Y porque en estos días he leído el último libro de poemas de Jesús García Calderón: Las visitas de Caronte (Sevilla, La isla de Siltolá, Col. Tierra, 21, 2014). Lo he leído con gusto. Y he escrito al autor para disculparme. No es lo mismo disfrutar con un poema de amor que con una elegía sobrecogedora. O, tal vez, sí. Con ese título no es difícil imaginar que es un libro sobre la experiencia real de la muerte de otros —un padre, una hermana, un amigo—, que es la única experiencia de la muerte real que podemos contar. Por eso, vitalmente será un libro sombrío, triste; pero literariamente no hay razón para que el lector no se entusiasme con unos versos, con un poema. En suma, que disfrute. Son treinta poemas unidos por Caronte, por el tema de la muerte, salvo —eso creo— el último, «Una breve postal desde la vida», que ya adelantó el propio J.G.C. en su blog el año pasado, y que es una exaltación íntima, un canto al goce del instante representado en el beso que es testimonio del paso de la vida. Hay más poemas que no están coloreados por el tono elegíaco y que no contienen referencias ni explícitas ni figuradas a personas concretas que se fueron; pero su melancolía («El tiempo sin principio») y su intención sentenciosa («Recuento») certifican su pertenencia al conjunto de este libro que es pensamiento sobre la muerte y el tránsito de la vida. A propósito de toda esta gravedad, me ha emocionado lo que pasa de puntillas por un poema tremendo como «El manto del olvido». A saber, la cita de un poeta, de Vicente Sabido: «Nos iremos / Nos iremos como si nunca / hubiésemos venido». Otra vez Caronte.

sábado, agosto 16, 2014

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©CMD
A Emilio Torné
Cumplir años es el mejor plan que, a estas alturas, uno puede tener en la vida. Quien dice cumplir años dice cumplir días; que tampoco está el mundo para pasar por él con la arrogancia del necio. Cuando pienso en esto a fecha fija, me sorprendo en casa buscando una pieza literaria admirada que me alimente durante un rato o que me proporcione el bienestar de volver a sentir un instante pasado repetido, repetido, repetido. Hoy he vuelto a encontrarme con un verso de Luis Cernuda, «Pasada se halla ahora la mitad de mi vida», que escribió probablemente cuando tenía treinta y seis años. Es verdad el arraigo literario en Dante; pero no sé hasta qué punto pesó más en aquel primer verso del espléndido poema de Las nubes («La visita de Dios») el cálculo del hombre que aspiraba a vivir al menos el doble de una cifra que no alcanzó. Murió a los 61 años. A mí se me ha pasado el tiempo de fijar por escrito mi propia recreación del verso de Dante. Hay otro poema monumental de ese mismo libro de Cernuda, «El ruiseñor sobre la piedra», que me viene ahora a la memoria porque lo he comentado en clase algunas veces y siempre aplicando un recurso para reclamar la atención de mis estudiantes. Leer unos versos:
           [...] Lo hermoso, lo que amamos,
           Tú sabes que es un sueño y que por eso
           Es más hermoso aún para nosotros.
Y repetirlos.
             [...] Lo hermoso, lo que amamos,
           Tú sabes que es un sueño y que por eso
           Es más hermoso aún para nosotros.

Repetirlos. Repetirlos.

jueves, agosto 14, 2014

El jardín de Prieto de Paula (y 2)


Hace ya bastantes meses que Álvaro Valverde —siempre más presto que uno para leer y dar noticia de novedades— escribió sobre Monólogos del jardín y lo hizo con tanto acierto y con tantos detalles sobre su contenido que me permito aquí la pirueta del vínculo, y hago mías sus palabras. Solo quiero añadir que envidié a los lectores del diario alicantino Información, que leyeron en sus días estas perlas de escritura consigo mismo de Ángel L. Prieto de Paula; esta poblada fuente de hallazgos gota a gota, artículo a artículo —cada semana primero; luego, cada mes—, que te lleva de un sitio a otro sin que decaigan la lucidez y el ingenio. Así que ha bastado una alusión en estos Monólogos a un torero antiguo —Fleitas, el torero sepulturero (pág. 116)—, por ejemplo, para acordarme de aquel delicioso excurso de Contramáscaras sobre «El Chani» y «El Viti», ambos charros, para concluir que no estamos libres de la afectación, y para llegar, al cabo, a una manera muy sencilla de expresar lo que uno quiere hacer: «Pues bien, yo he pretendido sincerarme en voz alta, no tanto para saber de mí como de nuestro mundo, a través de algunos signos interpretables» (pág. 10). A veces creo que uno no hace otra cosa aquí. Hablar consigo mismo y el mundo en voz alta. Gracias por escuchar.

El jardín de Prieto de Paula (1)


El jardín de Ángel L. Prieto de Paula va más allá del delicioso libro que no hace mucho —aunque ya el año pasado— publicó Huerga y Fierro Editores en su colección «Signos. Versión celeste»: Monólogos del jardín, que reúne columnas publicadas en el suplemento «Artes y Letras» —semanal primero y luego mensual— del diario alicantino Información. Más allá, porque siempre tengo ocasión desde hace tiempo de leer lo que publica Prieto de Paula. No es difícil, pues casi todo lo que escribe tiene amplia difusión; y si no la tiene, alguien —o él mismo alguna vez— me honra con el envío de lo que sale de su buen discurrir, como ha sido el caso de la edición aquí comentada de Pasto de la aurora de Carlos Salomón, que me llegó gracias a Pureza Canelo y la Fundación Gerardo Diego. Leo siempre con provecho a Ángel L. Prieto de Paula; encuentro siempre interés en todos los comentarios y apuntes que hace al hilo del asunto principal de su trabajo crítico, sea este la reseña de un libro de poemas o un artículo sobre la formación del héroe noventayochista en las novelas de Azorín. Por ejemplo, cuando se refiere en su edición del libro de Salomón al «automatismo reivindicativo» que algunos gastan al presentar «a cualquier medianía como un poeta imprescindible en su ámbito histórico» (pág. xxxiv) o cuando me permite conocer por una nota de contexto algo más sobre la «Juana García Noroña» que aparecía en aquel dicterio de Juan Ramón contra Aleixandre y otros en la revista de Lezama Orígenes en 1953 (pág. xxi y n. 19). O cuando en aquel su libro de ensayos «divagantes» Contramáscaras (Pre-Textos, 2000) diferenciaba entre el «zigzagueo impresionista» y el «imprecisionista». Afluentes cristalinos de lecturas. 

miércoles, agosto 13, 2014

Para Pablo Guerrero


Tuve la satisfacción de incluir —creo que por primera vez— a Pablo Guerrero (Esparragosa de Lares, 1946) en una antología de poesía contemporánea. De Extremadura, es verdad; de donde nunca ha olvidado que era oriundo este emigrante.  No fue mérito mío, claro; sino de Pablo, en primer lugar, por haber escrito la poesía que ha escrito, y de un lector de ella que me preguntó un día en público hace ya diez años por qué Pablo Guerrero no era incluido habitualmente en las recopilaciones de la poesía extremeña y si yo consideraba que debería estar. Asentí y tomé nota. El resultado de aquello fue el volumen primero de la antología Literatura en Extremadura 1984-2009, que publicaron la Editora Regional de Extremadura y Del Oeste Ediciones en 2009, con una selección de una parte significativa de la obra poética de Pablo Guerrero; desde aquellas primeras Canciones y poemas de 1989 —también publicadas en la Editora Regional—, hasta sus libros Los dioses hablan por boca de los vecinos (1999) o Escrito en una piedra (2007). Aquello no fue un homenaje excepcional, pues Pablo ha seguido publicando desde aquella fecha y ha demostrado a todos que ha sido y sigue siendo siempre poeta. Ahí están sus libros Los cielos tan solos (2010), ¿No son copos de nieve? (2012) o Las letras de Morella (2014). Con todo merecimiento, se le rinde mañana 14 de agosto un homenaje en su pueblo natal que ha sido promovido por algunos de sus amigos y en el que participarán destacados músicos y estarán presentes de otro modo muchos de los poetas extremeños amigos con los que contó para su disco Luz de tierra (2009). Música y palabra.

lunes, agosto 11, 2014

Caballero Bonald: fábula y memoria


Fábula y memoria. Antología poética en verso y prosa (Madrid, Alianza Editorial, 2014) es el intencionado título de esta selección elaborada por la poeta extremeña y profesora en la Universidad de L'Aquila (Italia) María José Flores Requejo. Podría decirse que ha sido un feliz reencuentro con una figura tan principal de nuestras letras como José Manuel Caballero Bonald (1926), Premio Cervantes en 2012; ya que María José defendió su tesis doctoral en 1997 —en Cáceres, en presencia del poeta— sobre las variantes en la poesía de José Manuel Caballero Bonald, que dio como fruto el libro La obra poética de Caballero Bonald y sus variantes (Editora Regional de Extremadura y Universidad de Extremadura, 1999), y, desde aquel entonces, salvo un par de contribuciones en congresos, no había vuelto con tanta notoriedad sobre el poeta jerezano. «Somos el tiempo» es el título del prólogo de poeta para poeta que ha escrito María José Flores, un atinado panegírico enumerativo, una sostenida definición de un escritor a partir de su lectura y de la apropiación de bien elegidas frases de este sobre su concepto de vida y de poesía, que se remata con unas líneas que declaran los criterios de edición. A saber: el gusto de la antóloga, en primer lugar, tanto  en la selección de los textos como en la elección de las versiones, «que no siempre coinciden con las redacciones que Caballero Bonald considera como definitivas; si bien, lo he hecho contando siempre con su beneplácito» (pág. 28). Me suena. Pero también un criterio que no tiene en cuenta la cronología de los textos —un poco, añado— y sí que estos dialoguen entre sí y conformen un poema continuo que no quiere distinguir entre la prosa y el verso; de tal modo que un fragmento de la antigua novela Ágata ojo de gato (1974) está al lado de un poema de Manual de infractores (2005) y otros, aunque sean de cuatro líneas, extractos de la novela Toda la noche oyeron pasar pájaros (1981), quedan rodeados de poemas de Laberinto de fortuna (1984) —un libro preferido por Mª José Flores—, del ya citado de 2005 o de alguno antiguo como Las horas muertas (1959). De ahí que sea una «antología poética en verso y prosa», subtítulo que desaparece de la cara más comercial y menos personal y literaria que da la cubierta: «antología en prosa y verso». La propuesta —la de Mª José con la aceptación del autor— funciona, siempre que el lector se avenga de buen ánimo a cruzar por el libro desde su primer poema, «Víspera de la depresión», hasta el último, «[Tengo miedo]», que es uno de los títulos inventados por la antóloga para los fragmentos cuyo origen está en una pieza narrativa o sin titular. La intención es buena; pero ese prurito comercial de decapar estas ediciones de todo lo que huela a académico y filológico acaba en carencia y no colma la necesidad de un lector que quiere saber dónde y cuándo se publicó la obra poética completa Somos el tiempo que nos queda y si Campo de Agramante es un libro de poemas, un volumen de las memorias o una novela. Fábula y memoria es una antología muy singular, muy lógica para alguien que ha tenido un trato con su propia obra como José Manuel Caballero Bonald, y una bien trazada ruta para adentrarse más en la lectura de este gran autor.

jueves, agosto 07, 2014

Clásicos transfronterizos en el Festival de Teatro de Alcántara


Mañana modero una mesa redonda que se celebrará en el marco del XXX Festival de Teatro Clásico de Alcántara. Participarán en ella los directores teatrales Francisco Carrillo, director de las galardonadas El búfalo americano y Los Gemelos, y Nuno Pino Custódio, responsable artístico de Esto. Estação Teatral da Beira Interior; y el investigador Antonio Rivero Machina, filólogo, autor del estudio y de la edición de la pieza que sirve de excusa para este encuentro transfronterizo: la comedia La entrada del Rey en Portugal (1621), del lisboeta Jacinto Cordeiro, un texto propagandístico y de circunstancias, pero bien expresivo de la presencia de la comedia nueva de Lope de Vega en la dramaturgia portuguesa. El encuentro tendrá lugar a las 12:00 horas, en la Biblioteca Pública Municipal (C/ de las Cuatro Calles, 1) de Alcántara.

martes, agosto 05, 2014

Glorias de Zafra (IV)


El jueves fui con J. a ver a mi madre —a su abuela—. Lo pasamos bien todos. Mi madre también, hasta que se me echó a llorar tras decirme: «—Ahora que estamos solos, quiero preguntarte una cosa: ¿Y papá?» Me acordé de las palabras de mi hermano Josemari cuando le respondió algo parecido a que el duelo se pasa una vez y no más, y que ella ya había llorado a mi padre, que murió en 1992. Volví a casa con J. y con el recuerdo de ese encuentro. Como si realmente existiese ese canal de comunicación permanente entre hermanos de sangre y amigos de corazón que supera a cualquier red social y a toda herramienta de diálogo en línea, al día siguiente me llegó este poema de Josemari que reproduzco aquí con su permiso. Es el primer poema que me dedica y, a juzgar por lo que leo, no me importa que sea el único que me dedique:

LA CASA DE MI MADRE

A mi hermano Miguel Ángel

recorro las estancias de esta casa, 
donde mi gente dejó parte de su historia: 

en esta habitación murió mi abuelo
una Nochebuena de mil novecientos cincuenta y ocho;
mi tía María, prostituta en Sevilla, acabó en esa otra 
con un monedero de plata entre las manos. 

Aquí, en el suelo, frente a la primera estantería de nuestros libros, 
mi padre halló la muerte, al erguirse de la cama, presintiéndola.

Y allí, tras una puerta, una escalera renqueante
sube al cielo de todas las azoteas,
donde se agitan las sábanas o sudarios de tantas generaciones. 

Nadie ha nacido en esta casa sólo hecha de óbitos: 
es una estación término, una biografía de viejos

donde mi madre musita el capítulo final 
como una diosa rota desde su pedestal con ruedas. 

La casa de mi madre es como la línea de la muerte de mi mano,
que un día en Madrid me leyera Paco el brujo.

Es el rastro de mi vida, mi camino de vuelta.
josemarialama
1-2 de agosto de 2014

domingo, agosto 03, 2014

Vázquez Montalbán


Ayer escuché en Documentos de RNE el programa «Vázquez Montalbán, un sentimental comprometido». Como siempre, un espléndido documento sonoro ahora de Mamen del Cerro traído por la voz de Modesta Cruz, en el que han participado familiares del escritor como su viuda Anna o su hijo Daniel Vázquez Sallés, amigos como Juan Marsé o Maruja Torres, escritores como Pere Gimferrer o José Saval, su biógrafo, y otros personajes, algunos ya fallecidos, como Josep María Castellet, José Manuel Lara, José Saramago o Eduardo Haro Tecglen. Me encantó escuchar su voz porque andaba escribiendo una entrada —ya esta— sobre una anécdota que viví con el escritor y su libro de poemas Coplas a la muerte de mi tía Daniela (Barcelona, El Bardo, 1973). Vino a Extremadura en marzo de 1997 para participar en las aulas literarias de la AEEX (Asociación de Escritores Extremeños) y en el día del bibliófilo que organizaba la UBEx (Unión de Bibliófilos Extremeños) en Trujillo. Había estado el jueves 13 de marzo en Badajoz, en el Aula Díez-Canedo, y Ángel Campos Pámpano me pidió que recogiese a Manuel Vázquez Montalbán a primera hora de la mañana del día siguiente para traerlo a Cáceres. Le apetecía volver a ver los paisajes de la dehesa extremeña, que admiraba, y llegó a preguntarme de coña si la carretera que llevábamos era particular, pues a la media hora de viaje solo nos habíamos cruzado con un coche. Tuvimos tiempo de conversar sobre varios asuntos. Le dije que había comprado un ejemplar de la edición de El Bardo de las Coplas a la muerte de mi tía Daniela, que tenía una suelta del XIX con la Carta de Garibaldi a los españoles por el triunfo de su independencia y también entre sus hojas un sello de la librería Cinc D'Oros (Diagonal, 462) en cuyo dorso se leía escrito a lápiz «Anotaciones de Ramón E. de Goicoechea». Las «anotaciones» son, supuestamente, dos marcas a bolígrafo sobre unos cuantos versos del libro, nada más. Cuando llegamos a Cáceres me dedicó el ejemplar de «esta adaptación de las Coplas de Manrique a lo pobre», que es como llamó a su libro con un título que me gustaría aprovechar algún día para un artículo sobre las variantes de aquella primera edición —por «algunas prohibiciones» que tuvo que asumir— con respecto a la siguiente y a las de Memoria y deseo, su obra reunida. Vázquez Montalbán, al leer el nombre de Goicoechea en el papelito de la librería, me preguntó: —¿Sabes quién es este? No sé —le dije. —Fue el primer marido de la Matute, el que le hizo la vida imposible. Aquella noche en Cáceres nos leyó casi entero su libro Ciudad, aún inédito, que apareció ese mismo año de 1997 en Visor. Al día siguiente, sábado, nos volvimos a encontrar en Trujillo. Otro día contaré lo que salió de allí.

viernes, agosto 01, 2014

Manzoni y ese ramal del lago de Como


© CMD
En un arranque de fetichismo, me llevé al lago de Como mi ejemplar de Los novios, de Alessandro Manzoni, de la excelsa edición y traducción de Mª Nieves Muñiz (Cátedra, Letras Universales, 1985), que fue mi compañera en la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres hace ya algunos años. Ya ha llovido; como en el norte de Italia estos días recién pasados de finales de julio. Me di el gusto de leer algunos fragmentos en los mismos parajes en los que se desarrolla el relato y me he traído de allí —regalo de C.— una edición moderna en italiano de I promessi sposi, cuidada por Ferrucio Ulivi y con una introducción de Arnaldo Colasanti, en la colección Grandi Tascabili Economici, que demuestra que una edición económica y divulgativa no tiene por qué descuidar los paratextos que ayudan y orientan. Quizá por esto sus promotores han pensado en ello y se cuidan de avisar en portada de que se trata de una «Edizione integrale». Es lo que tiene esta novela memorable; que vuelves a ella y que por pocos fragmentitos que leas ya no hay remedio: ya tienes que volver a leer toda la historia de Renzo y Lucía hasta el final, y volver a querer bien a quien la ha escrito y remendado, que es lo que pide ese tal en la despedida de sus últimas líneas. Por un momento, me sentí no solo lector, sino paseante de la novela: «El lugar mismo desde el que contempláis esos variados espectáculos, os convierte en espectáculo desde todos los puntos: el monte por cuyas laderas paseáis, os despliega, por encima, alrededor, sus cimas y barrancos, nítidos, recortados, cambiantes casi a cada paso, abriéndose y curvándose en cadena de picos lo que primero os había parecido un solo monte, y apareciéndoseos en la cima lo que poco antes creíais ver en el declive; y lo ameno, lo familiar de esas laderas mitiga agradablemente lo salvaje, y adorna más aún lo magnífico de los otros panoramas.» (Alessandro Manzoni, Los novios, capítulo I). Estuvimos en Lecco y en Bérgamo, términos de referencia del convento de Pescarénico del padre Cristóforo, qué personaje. Visitamos un templo —merece otra entrada— dedicado al santo del primer nombre propio de la novela, el  párroco don Abbondio... Otro personaje. Si he tardado en escribir esto ha sido por seguir enfrascado en la lectura de esta entretenida historia que hace del espacio físico que hemos recorrido estos días un protagonista cercano y conocido.

Imágenes de Extremadura