viernes, febrero 28, 2014

Libro de guisos y dulces


Como el «primer recetario femenino» anunció Víctor Infantes hace poco en un artículo (en la Revista de Escritoras Ibéricas, 1, 2013, págs. 31-50) este Libro de apuntaciones de guisos y dulces de María Rosa Calvillo de Teruel que ha publicado Visor Libros. Aquellas palabras de Infantes son ahora la introducción de la edición del texto a cargo de Elena Di Pinto. La impresión de la obra ha estado al cuidado exquisito de Gráficas Almeida, lo que quiere decir que de José Manuel Martín y del mencionado V. I.; y por eso —creo— encabezan el libro una dedicatoria y un lema. La primera, a doña María Brey, «siempre en el recuerdo», pues ella fue la propietaria del manuscrito —regalo del librero Luis Bardón en 1969— que mostró a Infantes hace un tiempo que va para veinte años. El segundo, de Sor Juana Inés, de su Respuesta de la poetisa a la muy ilustre Sor Filotea de la Cruz: «Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito». El cuaderno de recetas que ahora se edita es de mediados del siglo XVIII y no tuvo más pretensiones que ser eso, un cuaderno en que reunir para su preservación en el tiempo, como así ha sido afortunadamente, un centenar de recetas. De hecho, ni siquiera su autora puso su nombre; y fue una mano ajena la que añadió «Por Maria Rosa Calvillo de Teruel», como conjetura Víctor Infantes, una cocinera contratada en alguna casa burguesa o, simplemente, una ama de casa que por afición quiso formar su propio cuaderno gastronómico, cuyo análisis lingüístico lo sitúa en Andalucía, y más concretamente, en Sevilla. El estudioso reconstruye con un alto grado —para mí— de seguridad la genealogía del manuscrito y lo trata en un panorama de la literatura gastronómica española y europea (Francia, Inglaterra, Alemania) femenina desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII. A mí me parece un libro delicioso, y no sólo por el arroz con almejas o el conejo con cebollas, no por contar el modo de guisar los pichones en Extremadura o el de componer las perdices como en Sevilla, sino porque tiene lo que han de tener los mejores platos: una buena presentación y fundamento culinario.

Libro de apuntaciones de guisos y dulces, por María Rosa Calvillo de Teruel (c. 1740). Presentación de Víctor Infantes. Edición de Elena Di Pinto. Madrid, Visor Libros, 2013.

jueves, febrero 27, 2014

Paco de Lucía


© José Ayma, 1994
Ha faltado él en todas las necrologías que se han publicado desde la muerte del maestro en la madrugada de ayer. De ambos habla Antonio Lucas aquí. De los dos se acordó Santos Domínguez en su blog. Va por ellos, por Félix Grande y por Paco de Lucía, que estarán tocando la guitarra en algún sitio. Y suena ahora un fandango de Sólo quiero caminar. 

miércoles, febrero 26, 2014

Letras con el cine español


Mañana jueves 27, a lo largo de la mañana, la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres acogerá una actividad de difusión del 21 Festival Solidario de Cine Español en la que se mostrarán algunos tráileres de las películas que se proyectarán en la sección oficial desde el lunes 3 al viernes 14 de marzo, y se informará a los estudiantes de los diferentes grados de la Facultad sobre pases y descuentos para ver cine español en este Festival Solidario.

¿De qué se ríen?


Primera fotografía © Olivier Huslet / efe Última fotografía © Claudio Álvarez / el país

viernes, febrero 21, 2014

Los diccionarios de español a través de la historia


© Fundación Juan March
Brillante, como siempre, Pedro Álvarez de Miranda en las conferencias que ha pronunciado esta semana —el martes 18 y el jueves 20— en la Fundación Juan March en un pequeño ciclo dedicado a los diccionarios de español a través de la historia, a través de más de cinco siglos de historia desde el Vocabulario de Nebrija. Pueden escucharse aquí; la del martes, que tituló «De Nebrija a la Academia», y la de ayer, «De la Academia a Manuel Seco», cuyo audio he esperado hasta hoy para enlazarlo tras su escucha. (Prodigio dichoso para quienes no pudimos estar de cuerpo presente). La lexicografía anterior a la Academia tiene en Nebrija y en Covarrubias a sus dos referentes principales, sobre los que Pedro Álvarez de Miranda trató el martes jugosamente en su primera conferencia, que se extendió hasta el ya académico Autoridades (1726-1739) y otros repertorios emprendidos por la institución, como los dos intentos frustrados de elaboración de un Diccionario Histórico. La segunda conferencia toma como primer objeto de estudio el singular Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina e italiana  (1786) del jesuita Esteban de Terreros, y recorre otros diccionarios del siglo XIX y del XX, en el que hay dos perlas como el Diccionario de uso del español (1966-1967) de María Moliner —excelente reseña de sus rasgos la que hace Pedro— y el Diccionario del español actual (1999) dirigido por Manuel Seco, que, en palabras de Álvarez de Miranda, es una proeza que rompió el círculo vicioso en que estaba empantanada, por su dependencia del Diccionario de la Academia, toda la lexicografía española. Manuel Seco, que junto a Rafael Lapesa, los dos maestros de Pedro Álvarez de Miranda, son dos de los nombres más devotamente pronunciados en estas dos esclarecedoras conferencias, tan bien dichas.

jueves, febrero 20, 2014

Ramírez Lozano en Cáceres


Imagen © Alejandría Little Films
También este viernes 21, en el Colegio Mayor «Francisco de Sande» de Cáceres, también a la misma hora que el homenaje a Manuel Ariza, va a celebrarse una nueva edición del «Aula de la Palabra» organizada por la Asociación Cultural «Norbanova» que conduce con apasionada mano Jesús Mª Gómez Flores, magistrado, poeta, editor y responsable de que contemos nuevamente en Cáceres con la visita del escritor José Antonio Ramírez Lozano (Nogales, Badajoz, 1950). Aludo a lo coincidente porque en esta ocasión me resulta difícil desdoblarme; aunque, quién sabe, igual puedo llegar a los postres de una lectura poética —presumo— del autor de la Elegía de Yuste, uno de sus últimos libros, premiado también con el «Ciudad de Pamplona» en su séptima edición. Con su estirpe funeral, «Cipo» es el título del último poema de ese libro, que mañana voy a llevar a clase para mostrar a mis alumnos otro ejemplo —hace ya días que leímos otro texto compacto, este en octosílabos, del Gerardo Diego creacionista— de expresión poética tersa que a la vez dibuja la figura de su referente real. De la columna al poema. El poema y la columna. José Antonio Ramírez Lozano será presentado por otro poeta, Santos Domínguez. Razón de más para desdoblarse. A las 20:00 horas, mañana viernes 21 de febrero de 2014, en el salón de actos del Colegio Mayor Universitario «Francisco de Sande» de Cáceres.

miércoles, febrero 19, 2014

Con Manolo Ariza


Foto © Claudio del Campo
Vuelven a este espacio el título y la fotografía de esta entrada porque no pudo hacerse lo que anunciaban. Murió Diego Ariza un día antes y todo se fue al traste. También el homenaje a Manolo que ahora se retoma y recompone. Será este viernes. La fotografía de arriba, como ya dije, presidió, con travieso descaro, el paraninfo de la Universidad de Sevilla en el acto de homenaje a Manolo Ariza del viernes 25 de octubre de 2013, en el que compañeros, amigos, alumnos y su querida Ninfa dijeron palabras muy justas y muy emotivas en su recuerdo. En Sevilla dio clases Manuel Ariza Viguera desde 1989; en su Universidad, en la que formó a un buen número de promociones de estudiantes de Historia de la Lengua hasta su muerte el 15 de octubre del año pasado. Pero Extremadura también fue su Universidad, desde 1975 hasta su marcha; y Cáceres fue su ciudad, bien vivida y bien conocida, en la que dejó muchos amigos a los que siguió viendo y tratando mucho después. Éstos, muchos antiguos alumnos, sus compañeros en la Facultad de Letras —Gregorio Torres Nebrera ya no está—, su familia de aquí —Diego ya no está—, muchos conocidos, nos reuniremos por fin este viernes, 21 de febrero, a las 20:00 horas, en el salón de actos del Instituto de Lenguas Modernas de la UEX, para recordarle. Lo merece quien fue un brillante estudioso de la lengua española en su historia, un apasionado de la docencia, un buen profesor pendiente siempre de sus alumnos y comprometido con su entorno, que nunca dudó en implicarse en el debate y en la discusión civilizada —con convencida pertinacia— para mejorar las cosas. Este viernes, con Manolo. Y esta vez, con el justificado recuerdo a Diego Ariza. Quiero creer que Diego quería estar en el homenaje a su hermano programado para el pasado 28 de noviembre; que quiso estar y no pudo, que casi murió en el intento. Este viernes estará. Él también fue profesor de la Universidad de Extremadura.

© Diario HOY
Viernes 21 de febrero de 2014. Instituto de Lenguas Modernas de Cáceres (Avd. Virgen de la Montaña, 14). 20:00 horas.

martes, febrero 18, 2014

Grimm


Grimm. Un mundo de cuentos es el título de la exposición que va a estar desde hoy hasta el 14 de marzo en la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres, organizada por el área de Filología Alemana del Departamento de Lenguas Modernas y Literaturas Comparadas de la UEX y el Goethe-Institut. Como dice la nota que me llega de Olga García y Andreas Lampert, la exposición hace un recorrido por los motivos y rasgos más característicos de los «Cuentos de niños y del hogar», una  colección recopilada y publicada por los Hermanos Grimm, que es, junto con la Biblia de Lutero, la obra más conocida y de mayor difusión de la historia cultural alemana, y que en 2005 fue incluida en el Programa Memoria del Mundo de la Unesco. La muestra también ofrece referencias a algunos fondos bibliográficos catalogados en la Biblioteca Central de la UEX y en el área de Filología Alemana.  Por cierto, ya que viene al caso: hay que tener en cuenta al extremeño Vicente Barrantes en la historia de la recepción en España de esta literatura del cuento (Poe, Hoffmann y también los hermanos Grimm).

lunes, febrero 17, 2014

Federico Campbell


Por la necrología publicada hoy en El País por Juan Diego Quesada me he enterado de la muerte el sábado del escritor tijuanense Federico Campbell, que, a pesar de su intensa trayectoria profesional como editor y periodista, y literaria como novelista y traductor, para mí es autor de un libro principal: Infame turba. Aquel volumen de entrevistas a pensadores, poetas y novelistas de la España de 1970. Leopoldo María Panero, Ana María Moix, Guillermo Carnero, Vicente Molina-Foix, Pere Gimferrer, Félix de Azúa, José María Guelbenzu, Terenci Moix, Car[los y Eu]genio Trías, Salvador Clotas, Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Martínez Sarrión, Félix Grande, Luis Goytisolo, Juan Marsé, Claudio Rodríguez, Jaime Gil de Biedma, Juan García Hortelano, Carlos Barral, Juan Benet, José Manuel Caballero Bonald, Ana María Matute, José María Castellet, Carmen Martín Gaite, Ángel González y Gabriel Ferrater. Sigue pareciéndome un documento excepcional. Lo manejé por su primera edición de 1971, y años después compré la reedición (Barcelona, Editorial Lumen, 1994), cuya cubierta reproduzco arriba, que recuperó también las fotografías de César Malet de los entrevistados. Este curso me seguirá sirviendo para hablar en clase de cuarto del grado de Filología Hispánica de Juan Marsé y de Jaime Gil de Biedma. A cinco de aquellos entrevistados, los desaparecidos —Ferrater, Barral, Gil de Biedma, Benet y García Hortelano—, se dedicó aquella reedición del 94. Si se hiciese ahora otra edición con dedicatoria, habría que sumar los nombres de Terenci Moix, Carlos y Eugenio Trías (Cargenio), Manuel Vázquez Montalbán, Félix Grande, Claudio Rodríguez, José Mª Castellet, Carmen Martín Gaite y Ángel González. Estas líneas quieren ser también una reedición de Infame turba, y, por ello, una dedicatoria al que nos falta más reciente: Federico Campbell (1941-2014).

sábado, febrero 15, 2014

Anónimos


Hace unos meses alguien me envió un comentario al blog en el que me trasladaba su decepción por comprobar que yo censuraba las comentarios. No era tal; pero era verdad. Yo no censuro ningún comentario enviado; simplemente, no publico ya —hubo un mal momento en que sí lo hice— los comentarios ofensivos, negativos, sarcásticos, irónicos o mordaces que no van firmados o que no son identificables. Sólo tolero el mensaje anónimo positivo, el que elogia y no ofende, porque considero que en ese caso puede ser comprensible el pudor, razón de más para ocultarse; y porque se hace bien al aludido. Pero no la cobardía estulta del que me dice que hay otros libros mil veces mejor que el que yo recomiendo, y que tengo un «gusto raro»; no el comentario del cobarde que quiere aludir —y no lo logra— a personas con nombres y apellidos —yo el primero, con perdón— que aparecen mencionadas en este espacio, y que lo hace con la voluntad de herir, de ridiculizar, de hacer daño. Aquí, en este espacio, y en otros. No comprenderé nunca cómo es posible que algunos periódicos digitales, por falta de control, por la incuria de siempre, permitan el escarnio y, lo que es peor, difundan el analfabetismo de tanto berza que se arroga con derecho a una mal comprendida libertad de expresión. Al menos, y lo rechazo, en un estadio de fútbol, el que insulta ha pagado la entrada. Si yo fuera mujer, me pasaría, como escribió Arturo Pérez Reverte, por «la bisectriz del chichi»* los comentarios sin firma, salvo error o pudor. Con todo respeto, como el que ha de exigirse a alguien que, a cara descubierta, da su opinión. Siete años va a cumplir pronto el texto de mi hermano que suscribo y del que recupero la viñeta de Mauro Entrialgo.

* Nota bene. Mejor una referencia ajena y culta que no ser tildado de vulgar por decir «por el forro de los cojones» o cosa parecida.

miércoles, febrero 12, 2014

Julio Cortázar, 30 años

© Foto: Rue des Archives/ Cordon Press
Pasa el tiempo. Hoy se cumplen treinta años de la muerte de Julio Cortázar en el Hospital de Saint Lazare de París, a los 69 años. Y es que también conmemoramos este 2014 el centenario de su nacimiento. Hacía diez días que había ingresado en el hospital y nadie esperaba que su enfermedad —leucemia— le aniquilara tan pronto, contaba la crónica del 13 de febrero de 1984 del ABC, que publicaba algunas reacciones rápidas de Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Miguel Delibes, Francisco Ayala, Onetti, Octavio Paz o Luis Rosales. Este blog siempre le rinde homenaje:
«Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura, todas las turas de este mundo. Los valores, turas, la santidad, una tura, la sociedad, una tura, el amor, pura tura, la belleza, tura de turas. En uno de sus libros Morelli habla del napolitano que se pasó años sentado a la puerta de su casa mirando un tornillo en el suelo. Por la noche lo juntaba y lo ponía debajo del colchón. El tornillo fue primero risa, tomada de pelo, irritación comunal, junta de vecinos, signo de violación de los deberes cívicos, finalmente encogimiento de hombros, la paz, el tornillo fue la paz, nadie podía pasar por la calle sin mirar de reojo el tornillo y sentir que era la paz. » (Rayuela, del capítulo 73)

Octavio Escobar en Letras


Mañana jueves, 13 de febrero, visita Cáceres el escritor colombiano Octavio Escobar Giraldo (Manizales, 1962). Tendrá un encuentro con los estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras a las 12:00 horas, en el que hablará sobre su obra y presentará su última novela, Cielo parcialmente nublado (2013). Su autor es profesor de Literatura en la Universidad de Caldas y ha publicado libros de cuentos como El color del agua (1993), Las láminas más difíciles del álbum (1995), De música ligera (1998) y Hotel en Shangri-Lá (2004), que fue Premio Nacional de Literatura de la Universidad de Antioquia. Ha escrito también las novelas El último diario de Tony Flowers (1995), Saide (1995), publicada en España por Editorial Periférica en 2007 y traducida al italiano y al alemán, El álbum de Mónica Pont (2004), ganadora de la IX Bienal Nacional de Novela "José Eustasio Rivera", 1851. Folletín de Cabo Roto (2007), Destinos intermedios (2010), también en Editorial Periférica, y la ya citada Cielo parcialmente nublado (2013). Octavio Escobar Giraldo estará acompañado en Cáceres por el también escritor Antonio Mª Flórez (Don Benito, 1959), residente durante varios años en Colombia, en donde culminó sus estudios universitarios de Medicina. Es autor de varios libros de poemas, entre los que cabe destacar Desplazados del paraíso (2003), que fue Premio Nacional de Poesía «Ciudad de Bogotá» y reeditado en España por la Editora Regional de Extremadura en 2006; Bajo tus pies la ciudad (2012) o En las fronteras del miedo (2013).
 Jueves, 13 de febrero de 2014. Salón de Actos de la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres (Campus Universitario). 12:00 horas. Organiza: Departamento de Filología Hispánica y Lingüística General de la Universidad de Extremadura.

miércoles, febrero 05, 2014

La sed de sal (IV)

El cancionero. El cancionero de La sed de sal. El cancionero. Nota bene: se indica con la primera cifra el número de la secuencia o capítulo, y con la segunda el número de página por la edición de la colección Andanzas (Tusquets Editores, 2013). El comentario, próximo.

6.27
Que te vaya bonito,
que te vaya muy bien,
y si ves a Benito
que le den, que le den. 

26.77 
Quiero yo que estés conmigo,
no porque lo quiera yo, 
quiero que lo quieras tú,
que lo queramos los dos,
pero, si no quieres tú,
no quiero quererlo yo
y, si quieres a otro, quiero
que te quiera como yo.

42.122 
¿Dónde están las llaves,
matarile rile rile?
Donde están las llaves,
matarile rile ron,
León.

52.157
Qué quieres que te cante,
qué quieres que te cuente,
si eres un maleante
y yo soy mala gente.

52.158
Ya me tienes delante,
ya me tienes presente,
qué quieres que te cante,
qué quieres que te cuente.

55.162
Qué quieres que te cante,
qué quieres que te cuente,
quieres que me levante
o quieres que me siente.

60.177
Qué quieres que te cante,
qué quieres que te cuente,
si soy yo el maleante
y tú eres buena gente.

63.184
Que te vaya bonito,
que te vaya muy bien,
y si ves a Benito
que le den, que le den. 

64.185
No quiero perros ni gatos
alrededor de la casa,
los gatos porque maúllan
y los perros porque ladran.

81.236
Huyeron sin hacer ruido,
pero pronto regresaron,
porque los habían seguido
y porque los alcanzaron.

86.252
Que no quiero gatos
ni perros en casa,
que los perros muerden,
los gatos arañan.

104.297
Que te vaya bonito,
que te vaya muy bien,
y si ves a Benito
que le den, que le den. 

martes, febrero 04, 2014

La sed de sal (III)


Quienes conocen bien el recorrido literario de Gonzalo Hidalgo Bayal sabrán que comenzó publicando poesía. Sí, el primer libro de Gonzalo Hidalgo Bayal fue un libro de poemas, Certidumbre de invierno, una entrega breve que fue el primer número (99) de la colección «La Centena» ideada por Antonio Gómez y que empezó a publicarse en noviembre de 1986. Poco cuesta adivinar la mano y el empeño de Ángel Campos Pámpano en esta primera publicación de su amigo Gonzalo. Luego, poco después, llegó la primera novela, Mísera fue, señora, la osadía (Badajoz, Diputación Provincial de Badajoz, 1988); anterior, sin embargo, en escritura, al libro de versos, y una especie de telar en el que quedaron muchos pespuntes de lo que hoy es una narrativa de gran personalidad. Murania, don Gumersindo, Casas del Juglar, el gusto por lo atomístico en una serie numerada de secuencias o capítulos, o la poesía que se cuela incluso en la relación del menú en la voz de rosa de Catalina la refitolera: «Patatas, de primero, / arroz a la cubana / y sopas de fideos» [...]; y las espinelas de Espinosa, el bardo Ramiro A., de aquella Mísera... Por esto, por esa vocación métrica de Hidalgo Bayal desde sus primeros escritos, la lectura de unos versos en lo que escribe —en su blog o en una novela— siempre es motivo de regocijo. Sí. Siempre me ocurre. Recientemente, en la lectura de La sed de sal, que contiene un breve cancionero, el motivo de esta entrada (y de una próxima). Pero también en uno de sus más recientes relatos publicados, «Adames», que apareció en Quimera (núm. 359) en el octubre pasado de 2013, y que retrata a un alumno hervaciano que era el poeta. El relato que pudiera ser homodiegético devela la afección bayaliana por la poesía, sus «certidumbres invernales». Por cierto, esta perla es de Certidumbre de invierno: «Siembran los hombres con torpeza lenta / su ruda cicatriz sobre la nieve». Vendrá más.

domingo, febrero 02, 2014

Rafael Lapesa (y II)


«Empecé a trabajar en el Centro de Estudios Históricos en septiembre de 1927, al mismo tiempo que por las mañanas trabajaba en una oficina, la misma en que había trabajado durante toda la licenciatura, y en 1929, liberado de esa oficina, pude preparar mis oposiciones a Cátedra de Instituto. La gané en 1930 y fui destinado a Soria; pero pedí una excedencia para poder continuar en el Centro de Estudios Históricos.
Dos años después, en 1932, decidimos casarnos; mi mujer —Pilar Lago Couceiro— era una compañera de estudios, y fui destinado a Oviedo, pero se fundaron entonces tres institutos nuevos en Madrid y el Gobierno de la República estaba interesado en que funcionasen desde el primer momento con catedráticos, y como no daba tiempo a que se celebraran oposiciones y concursos, nombraron interinamente en comisión de servicio los catedráticos que necesitaban. Yo fui uno de ellos, y tuve la suerte de que el catedrático de Francés se llamase Antonio Machado y de estar en un claustro estupendo, con una compañera mía de instituto, María Elena Gómez, profesora de Geografía e Historia, hija de Manuel Gómez Moreno, y persona de una valía extraordinaria. Entre ese Instituto, el Centro de Estudios Históricos y la Universidad, porque desde 1930 empecé a dar clases en la Universidad como ayudante, sobre todo en los años en que Américo Castro estuvo enseñando en Alemania, estaba ocupado todo el tiempo, y así estuve hasta el año 1936, en que con la guerra desapareció el Centro —y todavía estuve encargado de lo que quedaba en Madrid del Centro y de mantener una correspondencia con Tomás Navarro Tomás.
En 1942 publiqué mi Historia de la lengua española, fui designado luego a Salamanca, y di clases allí y en Oviedo; y en 1947 gané la Cátedra de Gramática Histórica de la Universidad de Madrid, previa consulta con don Américo, exiliado voluntariamente en Estados Unidos, a quien le pregunté si pensaba volver, y me dijo: «no deje usted de presentarse». La gané e inmediatamente me invitó Américo Castro a estar como profesor visitante en la Universidad de Princeton. En Estados Unidos pasé un año, dos cuatrimestres en Princeton, un curso de verano en Harvard, otro cuatrimestre en Yale y otro curso de verano en Berkeley, California. Fue una experiencia maravillosa para mí, pude consultar bibliotecas, que suplieron la escasez de libros que se padecía en España por las interrupciones propias de nuestra guerra civil y de la guerra europea.»
En 1947 comenzó a trabajar en el Seminario de Lexicografía de la Real Academia Española, en la que ingresó como miembro de número en 1950. La impartición de clases en universidades americanas y las labores en el Diccionario Histórico de la Lengua retrasaron la lectura de su discurso de ingreso sobre Los decires narrativos del Marqués de Santillana hasta 1954. Hoy, Rafael Lapesa está de actualidad —palabra horrible para el humanista de investigación callada— por su designación como director de la institución. Para don Rafael, también secretario de la Academia desde 1964 hasta 1971, «la única posibilidad que habría en lo que se refiere a la apertura social de la Real Academia Española sería la celebración de actos públicos con más frecuencia que las simples recepciones de nuevos académicos. Hay actos de este tipo, pero parece que el público no está acostumbrado a ellos; por ejemplo, ocurrió con la conmemoración de Bécquer, en la que intervinieron García Nieto, Carlos Bousoño y Luis Rosales; y las intervenciones de crítica literaria de Rosales y Bousoño fueron realmente espléndidas, aparte de la buena poesía leída por García Nieto; pues hubo muy poca gente. Al lado de esto, la prensa no hace caso, no publica —y si lo hace es sólo para sacar punta a posibles burlas— las listas de enmiendas y adiciones al Diccionario que se le mandan al trimestre, de modo que la RAE no tiene culpa de que no se dé noticia de sus actividades, más que para hablar de las candidaturas o de cosas semejantes». Hasta aquí la palabra de «este varón cordial», del verso guilleniano, hasta aquí el homenaje.
(Aguas Vivas, segunda época, núm. 13, 3-6-1988, pág. IV)

sábado, febrero 01, 2014

Rafael Lapesa (I)


© ABC
Mi calendario trae hoy la fecha del 1 de febrero de 2001 como recordatorio de la muerte de Rafael Lapesa. Me he acordado de la conversación que tuvimos con él una amiga mía y compañera de curso, Pilar Nieves García Romero, y yo hace ahora más de veintiséis años. Se publicó en Aguas Vivas, el Boletín del Colegio de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias de Cáceres, en el número 13 del viernes 3 de junio de 1988. Si la memoria no me falla, la entrevista se la hicimos en el I Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, celebrado en Cáceres entre el 30 de marzo y el 4 de abril de 1987. Éramos dos jóvenes licenciados en Filología Hispánica. El texto es como sigue, y, por su interés, lo voy a dar aquí íntegro, aunque en dos entregas:

«Nada más peregrino / Que una conducta simplemente justa», escribió Jorge Guillén en un poema a él dedicado. Con él remató sus versos diciendo: «Ninguno más humano. / Con linterna a lo Diógenes / Buscad sus pares, pocos». Dámaso Alonso le adjudicó el templado calificativo de «héroe contemporáneo». «Lecciones de ciencia y lecciones de ética» llamó Diego Catalán a sus escritos. A sus apasionados discípulos debemos el conocimiento de sus calidades, a esas bocas amigas que nos han transmitido con veneración el talante del maestro: don Rafael Lapesa (Valencia, 1908).
Para quienes nos hemos acercado a Rafael Lapesa a través de sus obras —Historia de la lengua española (1942), La trayectoria poética de Garcilaso (1948), La obra literaria del Marqués de Santillana (1957), De la Edad Media a nuestros días (1967), etc.—, su conversación, por breve que sea, nos arropa y ensimisma en la confirmación de todo lo oído y leído sobre su persona y su obra. Nos ocurrió una mañana en la que don Rafael, azorado por el homenaje continuo y necesario que le acompaña, nos habló pausado de toda una vida dedicada a la filología.
«Hice estudios de Bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid, donde tuve la suerte de encontrar profesores magníficos, como el catedrático de Arte, don Francisco Morán, que no sólo nos enseñaba la Historia, sino que nos hizo conocer, porque nos los leía, sonetos y romances de Lope de Vega; don Vicente García de Diego, catedrático de Latín, que confirmaron mi afición a las Letras, heredada de mi padre, Licenciado en Letras y profesor de Enseñanza Privada durante toda su vida.
En la Facultad de Filosofía y Letras estudié la licenciatura en Letras en los años 1923 a 1927. El plan de estudios entonces era principalmente humanístico, con latín, griego y hebreo, aparte del árabe y la literatura española; lengua sólo se daba el último año, en un curso de Historia de la Lengua Española. Allí tuve un buen profesor de Latín, aunque no tenía sensibilidad literaria, que era Cejador. Un gran entusiasta introductor a la cultura literaria y artística, que era don Andrés Ovejero; era un político, diputado, que escribió poco; pero que tenía una sensibilidad artística, literaria y filosófica enorme. Con él tuve un curso sobre literatura, de investigación, sobre toda la obra de Cervantes, y a propósito de ella nos interesarnos no sólo por la literatura española en general, sino por toda la literatura europea; a él debí lanzarme con avidez sobre el teatro de Shakespeare, la obra de Goethe, el teatro de Ibsen, la novela rusa, etc. Al año siguiente me encontré con un profesor muy distinto, tremendamente distinto, sin la oratoria de mitin que tenía a veces el buen don Andrés Ovejero, y con un rigor, una exigencia y un saber extraordinarios, era don Américo Castro. Con toda su fogosidad, con todo su mal genio a ratos, con su generosidad sin límites, el encuentro con Castro fue para mí decisivo. Aquel año estudiábamos Letras —que comprendía Clásicas, Semíticas e Hispánicas— once estudiantes, de los cuales dos o tres chicas emigraron enseguida en cuanto don Américo las puso de vuelta y media porque no sabían qué era un gerundio. En total terminamos el curso tres chicas y cuatro varones —dos eclesiásticos y dos seglares—. Fue un curso de Historia de la Lengua en el que no sólo trabajamos a fondo el manual de Gramática Histórica de Menéndez Pidal, sino que comentamos en clase textos latinos, de Berceo, de Juan Ruiz, La Celestina, el Quijote, etc.. Aquel curso fue decisivo.
Todavía yo estaba dudoso entre la atracción de las letras clásicas y la de la filología española; pero hubo una circunstancia que me decidió: en el mes de septiembre, en la biblioteca del Centro de Estudios Históricos, al salir de mis lecturas, me encuentro con don Américo, que me dice: «Lapesa, hemos tenido una gran desgracia en el Centro; Pedro Sánchez Sevilla —un joven investigador que llevaba ya cierto tiempo en el Centro trabajando con don Ramón Menéndez Pidal, y que publicó una tesis, que era la primera de tipo dialectológico que se hacía en España, sobre el habla de Cespedosa, en Salamanca— se ha ahogado en la playa de Ribadesella, y necesitamos que alguien continúe lo que él había empezado a hacer bajo la dirección de don Ramón Menéndez Pidal. Yo he pensado en usted.» 
Don Ramón en aquel momento estaba en Suiza para operarse de un desprendimiento de retina; la operación fue feliz, pero el viaje de regreso la inutilizó, y don Ramón quedó sin vista de un ojo. En esa época de su ceguera fue cuando Jimena, su hija, lo entretuvo y trabajaron juntos en la preparación de esa antología de romances que es la Flor nueva de romances viejos. Yo, mientras venía don Ramón y reanudaba su trabajo en el Centro, me preparé leyéndome a fondo los Orígenes del español, ejercitándome en la paleografía de letra visigótica, porque el trabajo que iba a hacer era un glosario de voces románicas que aparecían en documentos latinos de los siglos IX al XII. Esto estaba planeado como un segundo tomo de los Orígenes..., un complemento de vocabulario. Se había reunido bastante material, había mucho para añadir, y en cuanto volvió don Ramón me dio algunas instrucciones y empecé a elaborarlo con él. La elaboración consistía en una labor lexicográfica de separar acepciones, definir, etc.. El trabajo quedó incompleto con la guerra, es decir, un año antes ya de la guerra, en 1935. Don Ramón se había interesado por otras cosas que me encomendó y aquello quedó en suspenso. De todos modos, ahora está en espera de que yo pueda dar la revisión a lo que hice entonces. Encontré más tarde un colaborador magnífico que es Constantino García, catedrático de Santiago de Compostela, que ha añadido bastante a lo que entonces se reunió, pero ha sido demasiado respetuoso con lo que un aprendiz de filólogo, llamado Rafael Lapesa, había hecho en aquellos años en que tenía 19 a 26 años. (Eso que tengo ahora para revisar son 2.500 folios).» […]