viernes, agosto 31, 2012

Laura Wittner en La Biblioteca de Gulliver

Aparte el entusiasmo y la calidad —cambiante pero nunca desmayada— de los títulos editados en la colección La Biblioteca de Gulliver de Ediciones Liliputienses, hay dos rasgos destacables en ella. El primero es la relación nominal de su catálogo, compuesta por algunos autores que un lector medio español encuentra por primera vez. Hablo por mí en los casos de Gladys González, Emilio J. Lafferranderie, Maurizio Medo, Frank Báez o Marcela Parra, entre otros. Además, hay que añadir sobre esta nómina que es de procedencia latinoamericana, en su gran mayoría, salvo solo tres casos, si no he contado mal: los dos cacereños José Antonio Llera y David Eloy Rodríguez, y el ubetense Manuel del Barrio. El segundo rasgo no está tan generalizado en la colección; pero sí que está vinculado al primero. Se trata del criterio editorial de publicar muestras panorámicas de la producción de algunos de estos autores. Ya lo dije aquí a propósito de El ocre de la tierra, de Rocío Cerón: la efectividad del rasgo antológico en un lector que se enfrenta por primera vez a los textos del poeta. Pasó también —aunque no me lo puedo aplicar— con la entrega de José Antonio Llera, que ofreció además algunos poemas de un libro inédito, Transporte de animales vivos;  y pasa ahora con la antología propuesta por Laura Wittner (Buenos Aires, 1967), una autora con media docena de libros publicados desde 1996, todos fuera de España. Se titula Por qué insistimos con los viajes, que es el título de uno de los poemas de su último libro, Balbuceos en una misma dirección (Buenos Aires, Gog y Magog, 2011), y uno de los poemas que mejor pueden representar la poética de realismo dinámico de Laura Wittner, con la expresión siempre de las coordenadas de espacio y tiempo en la mayor parte de sus poemas. La noción de viaje, de desplazamiento, contiene la reflexión sobre todo lo visible, como una constante que ya estaba en su primer libro, Los pasillos del tren (1996), que luego está en Las últimas mudanzas (2001), en donde se suceden lugares, e incluso medios de transporte como el subte, desde donde lo que se observa es llevado al poema de una manera cruda, irónica, real, e incluso contestataria a ciertas etiquetaciones (“Respondiendo a Carver diez años después”: “El cuerpo no pesa lo suficiente sobre el colchón / y el deseo de dormir se diluye / en el deseo de todo. Este hartazgo / no se puede glosar. / Ni siquiera es hartazgo.” […]). Estimulante, sin embargo, esta voz-testigo de la rareza del mundo.

miércoles, agosto 29, 2012

89 años

Museo del Prado. Madrid
Llevo un tiempo con la lectura errante del volumen de estudios que Prensas Universitarias de Zaragoza ha dedicado al profesor Leonardo Romero Tobar. Volveré sobre ello, pues el maestro lo merece. Se titula Aún aprendo, muy a propósito para representar el talante intelectual del homenajeado. Sin embargo, hoy, octogésimo noveno aniversario de mi madre, el lema —título de un dibujo de senectud de Goya— tiene ese otro matiz que los coordinadores de este volumen evocan en sus páginas introductorias y que está en el adagio bis pueri senes (los ancianos son dos veces niños). Y tanto. Lo sabemos quienes tenemos una madre con la que repetimos los gestos ya lejanos que aplicábamos a los hijos cuando bebés, en la higiene personal o en el cotidiano sustento. Es, lamentablemente, un aprendizaje por regresión; y es ley del tiempo, que al pasar nos invita cruel a comparar lo pasado con lo presente. Mi madre en esto es un espejo claro. De las entradas que aquí le he dedicado, prefiero ésta, titulada "Las macetas de mi madre". También me gusta "Censura previa", por la fotografía. Me apetece recordarlas hoy, en su cumpleaños. Igual que la de hace dos años, "El falsete". Su lectura es un paseo entreverado de gusto y de melancolía junto a un río inaprensible, cuyo cauce contemplo, desposeído, de la mano de mi madre, que no comprende muy bien por qué le digo: —Felicidades.

lunes, agosto 27, 2012

Áyax (2)


Y en el centro José Vicente Moirón (Áyax). Portentoso, nuevamente. Es el mejor actor que tenemos. El talento más destacado de una reunión de talentos y de aciertos que parte de la sabiduría de un lector de la tradición teatral como Miguel Murillo y culmina en la sabia dirección de Denis Rafter, tan vinculado siempre a Teatro del Noctámbulo. Y la distinta perspectiva que el espectador disfruta en este tipo de espacios para el teatro permite percibir mejor esa conjunción en la que también están una música espléndida, la de Roque Baños, que marca el movimiento de los actores; unos efectos especiales —otra concesión impagable que nos da el espacio al aire libre romano de Mérida— que se reservan sin ostentación para el final; y una interpretación notable. Aquí es donde yo veo el único desequilibrio de este montaje; pues es muy difícil que cuando se ponen en escena a veintiséis actores —si no he contado mal— no haya altibajos. La altura y fuerza de la actuación de José Vicente Moirón acentúa la distancia entre principal y secundarios; y aunque a alguno le venga grande el ropaje trágico, es de justicia destacar la manera de interpretar de Elena Sánchez, en el papel de Tecmesa, o de Gabriel Moreno en el de Teucro. Ayer domingo fue la cuarta y última función. Lástima que estos trabajos ímprobos sean flor de un día —o de cuatro—; se preparan y estrenan con motivo de un festival y luego desaparecen. Ahora bien, ¿cuántas funciones tendría que hacer una compañía en salas convencionales para llegar a los miles de espectadores a los que ha llegado este Áyax? El Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y Teatro del Noctámbulo, coproductores del espectáculo, pueden sentirse satisfechos.

domingo, agosto 26, 2012

Áyax (1)


—Parad y pensad. Dice casi al final de la obra y dirigiéndose también al público el único personaje que no figura en el reparto de este Áyax de Teatro del Noctámbulo, dirigido por Denis Rafter sobre versión de Miguel Murillo, que vimos el viernes en el Festival de Teatro Clásico de Mérida. Parad y pensad. Más que imperativo, lo dicho es una apelación que envuelve uno de los mensajes de la obra en torno a la guerra, el de la evitación de la violencia y la sinrazón. Otro es el de la manipulación del soldado como un monigote en manos de los poderosos —oficiales y dioses— que a la postre son los que reciben los trofeos. Hace poco —en comparación con el tiempo de Sófocles— que Valle-Inclán resumió en Las galas del difunto ambos mensajes: "—Allí solamente se busca el gasto de municiones. Es una cochina vergüenza aquella guerra. El soldado, si supiese su obligación y no fuese un paria, debería tirar sobre sus jefes." Puede que la gente salga del teatro comentando lo del marco incomparable, o que le ha gustado mucho una actriz; que la incomodidad alarga el tiempo y que el culo duele, o que el actor que decía lo de "Parad y pensad" no tenía acento extremeño precisamente. Pero, en el fondo, al llegar a casa, o de camino, parará y pensará en lo que se han propuesto decirle, y llegará a la conclusión de que lo han conseguido. ¿Cómo? Ahí está la magia. Con la conjunción de elementos que, como pocas veces, hacen el espectáculo. Esta esencialidad del teatro se hace más evidente en salas como el Teatro Romano. Basta con ampliar el campo de visión y alargar el histórico, y lo que se presentará ante los ojos tendrá otra dimensión. Una elemental disposición del espacio escénico para colocar a los personajes en dos extremos o bandos potencia su significado en escenarios tan sublimes como el de Mérida. La obra comienza y termina con la expresión de esos dos extremos, con el matiz de que al principio son griegos y troyanos, y al final son los mismos griegos los que se oponen. Y en el centro, el soldado Áyax.

martes, agosto 21, 2012

Cuadernos del Matemático Bucanero


© Ilustración de la cubierta: Joan Foncuberta
Creo que es la primera vez que aparece en la portada de Cuadernos del Matemático la mención del documentalista, Rufo Pajares, y un par de enlaces a videos sobre la revista. El primero es el que hizo Rufo Pajares para celebrar en 2009 los veinte años de la publicación, que presentaba su número 41-42, y al que ya aludí aquí. El segundo es el que me ha enviado esta mañana Ezequías Blanco sobre el último número, el 48, que se presentó este julio pasado en Getafe, en el Festival de Cultura Inquieta. Después de haber disfrutado con el contenido del número, abierto con un editorial duro y tierno, y un cuento tierno y duro de Medardo Fraile, y lleno de novedades, como la antología de poesía saharaui actual, este video es el mejor tónico.

lunes, agosto 20, 2012

Russell P. Sebold (LXXXIV)

No sé qué párrafo latino habrá elegido hoy Russell P. Sebold para leer; pero bien podría ser sobre parte del principio de De Brevitate Vitae, de Séneca: "Non exigum tempori habemus, sed multum perdimus. Satis longa & in maximarum rerum consummationem large data est, si tota bene collocaretur". Que en la traducción de Pedro Fernández Navarrete (1564-1632) que se reeditó en el siglo XVIII (1789) vendría a ser que "El tiempo que tenemos no es corto; pero perdiendo mucho de él, hacemos que lo sea, y la vida es suficientemente larga para ejecutar en ella cosas grandes, si la emplearemos bien". Lo cierto es que me honra celebrar un capítulo más (Russell P. Sebold, 84) de la vida de un amigo que ha aprovechado bien el tiempo y que nos ha deparado numerosos estudios sobre nuestra literatura, principalmente de los siglos XVIII y XIX. Hace unos meses me enviaba un artículo recién publicado y una carta electrónica en la que me decía que acababa de terminar un ensayo sobre El cuarto poder, de Palacio Valdés, y que estaba sacando apuntes para otro sobre cómo Garcilaso se adelanta a la sensibilidad moderna. Al tiempo, corregía pruebas de su edición de El dios del siglo (1848), la “novela de costumbres contemporáneas” de Salas y Quiroga, ya editada por Cátedra en su colección Letras Hispánicas. Es admirable. Hoy cumple 84. Felicidades, Bud.

domingo, agosto 19, 2012

Funcionarios


El jueves estuve en Tesorería General de la Seguridad Social de Cáceres, en las oficinas del Paseo de Cánovas (Avenida de España, 14), del Ministerio de Empleo y Seguridad Social. Sentado frente a la mesa de la funcionaria que me atendió pude ver pegado en un panel el cartel que ilustra esta entrada y en otro lugar un folio impreso con la frase "No más recortes". Fue el decorado de aquellos puestos en los que trabajaba en torno a una veintena de personas en atención al público. El trato fue exquisito y la gestión eficaz. Tanto por parte de la funcionaria aludida como por el segundo funcionario que me atendió en otra gestión. Incluso la persona que estaba en información me solucionó una espera más larga de lo normal por un problema técnico que me permitió, empero, comprobar cómo el tiempo que pasaba desde que un usuario extraía su número y la llamada para ser atendido no superó en ningún caso los cinco minutos, y en varios fue de menos de cincuenta segundos. Estamos en agosto, sí, y hay menos público; pero también vivimos un tiempo en el que los funcionarios tenemos que soportar el desprecio de muchos —y del propio Estado que nos sisa derechos que ha costado mucho tiempo y muchos esfuerzos conseguir. Allí se palpaba orgullo por el desempeño de unas funciones y una responsabilidad laboral reivindicativa; y me pareció extraordinariamente saludable. Pienso ahora en la fuerza de tantos. De policías, de profesores, de bomberos, de funcionarios de prisiones, o de agencias tributarias, o de la seguridad nuclear y protección radiológica, de jueces, de médicos, de diplomáticos, de conserjes, de bibliotecarios, de agentes de tráfico, de funcionarios municipales... Ninguno nombrado a dedo. Paralizaríamos el país sin violencia alguna.

sábado, agosto 18, 2012

El bisabuelo de los Machado


Bajo el título más periodístico de "La última incógnita de los Machado" —el original era "La fecha de la muerte del bisabuelo filósofo de los Machado"— ABC ha publicado hoy este artículo de mi hermano José María en el que descubre la fecha de la muerte de José Álvarez Guerra: el 8 de julio de 1863. Había nacido en Zafra en 1778 y fue una de las personalidades políticas e intelectuales más significativas de un momento especialmente destacado de nuestra historia contemporánea. A Fernando T. Pérez González (1953-2005) debemos la obra más completa sobre su figura: El pensamiento de José Álvarez Guerra (Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2007) y le he recordado esta mañana al leer el artículo de Josemari, porque es en cierta manera un homenaje a Fernando.

jueves, agosto 16, 2012

Regalos


Mantengo con mi compadre Miguel Salazar una relación muy especial, una amistad de sangre, mayestática, en la que nuestra  coetaneidad es una especie de blasón que repetimos: "Nos llevamos dos días". Así que llevamos cumpliendo años juntos a pesar de la distancia. Hoy me ha enviado dos regalos en forma de imágenes para el recuerdo. La cubierta del libro que le regalé cuando cumplimos los veinticinco años y que llevaba la dedicatoria "Para Miguel, en el primer cuarto de siglo compartido. Agosto, 14. 1987". Desde luego, tenemos a huevo la dedicatoria para este año. La otra imagen es la mitad de un billete de cien pesetas que dividimos un 2 de octubre de 1982. Nos emplazamos para juntar las dos mitades diez años después. Han pasado treinta ahora. Los regalos —felicitaciones y recuerdos— también llegan por vía telemática. Celebro ahora esta manera simbólica de fundirse. Se agradece.

50 años


Hoy cumplo cincuenta años. Llevo esperando este momento desde hace poco menos de veintidós. Desde que leí un artículo titulado 50 años de José Antonio Gabriel y Galán que publicó El País el miércoles 24 de octubre de 1990. Poseo recorte. Me dije: ojalá pueda escribir un artículo como éste cuando llegue a esa edad. Mi deseo no era tanto llegar a escribir un artículo brillante y lúcido como el de GayGa, sino comenzar algo con esas cuatro palabras que fueron el inicio del texto del novelista y poeta placentino; es decir, llegar a cumplir esos años en que para el citado perdemos pasión y ganamos distanciamiento, complejidad y alcance de los contrarios. En la cincuentena —decía— "Empezamos a tener la impresión de que nuestra vida ha sido vivida por otro, un otro con el que en muchas ocasiones no coincidían ni nuestros criterios ni nuestras sensibilidades: alguien que no ha hecho sino acumular renuncias. Este descubrimiento de la identidad tardía hace que sólo en parte asumamos el pasado y de que pronto lo sintamos como irrecuperable, lo que supone una especie de invitación a ponerse serios". José Antonio escribió aquellas palabras diez años después de serle dictada lo que él llamó su sentencia de muerte, el mismo día del estreno de su versión teatral de La velada de Benicarló de Manuel Azaña: un linfoma que finalmente lo mató el sábado 13 de marzo de 1993. Hay, por eso, en 50 años ciertos vislumbres de esa conciencia de la lucidez del enfermo que habla de la enfermedad como realidad y que considera la cincuentena como "la fase en que el individuo se preocupa por vez primera del arte de vivir". Y, sin embargo, GayGa no hizo ninguna alusión a aquel texto ni a aquel cumpleaños en su Diario 1980-1993 Invitación a la resistencia, que publicó la Editora Regional de Extremadura gracias al afán de Álvaro Valverde y a la voluntad de Cecilia Alarcón y que fue Premio Extremadura a la Creación a la Mejor Obra Literaria publicada en 2007. Lo más aproximado, una referencia a los cincuenta años en las meditaciones de José Antonio sobre una futura novela: "50 años - se acentúan las complicaciones de salud; la muerte deja de ser una idea para convertirse en una hipótesis" (pág. 186). En fin, tenía ganas de recordar aquel artículo del autor de Un país como éste no es el mío en la celebración de estos cincuenta años que son, sin sones épicos, una conquista. La conquista de un territorio sembrado por recuerdos de los que no están porque se fueron demasiado pronto; la conciencia de una fragilidad a la que hay que echar de comer aparte, hay que apartarla, sí, y marear la perdiz y dejar que el tiempo pase. Con la lucidez del digno. Creo que me estoy complicando para ser mi cumpleaños. Es más fácil soplar velas, más alegre que arriarlas. Yo no me quiero morir; pero cualquiera sabe. Por ahora, y con permiso de los que verdaderamente son inmortales, hoy cumplo cincuenta años. Y dije velas, no cirios. Pues eso.

miércoles, agosto 15, 2012

Márgenes (y II)


Esos dos temas de la órbita musical del grunge a los que aludía en mi entrada anterior sobre Márgenes ponen el acento en dos motivos muy potentes que están en las circunstancias de escritura de este libro de Julio César Galán: la contrafigura del padre y la lucha por la vida. No me extraña que Julio César haya elegido este fondo musical para sus agradecimientos y dedicatorias. Márgenes tenía que tocarlo todo, porque su arco temporal de escritura es largo, de unos siete años fundamentales en la vida del poeta. Las tres fases temporales del libro equivaldrían a las de un diario de 2003 a 2010 con tres estaciones biográficas: Cáceres, Palma de Mallorca y Granada, tres lugares enmarcados en un mismo mar imaginario, cambiante, desde el real al metafórico; de ahí que en las tres partes del libro —"Ejercicios de fantasía", "La invención del sí" y "Una oceanografía del ahora"— haya un poco de todos los tiempos vividos, del pasado remoto, del pasado reciente de la superación y del presente con todos sus interrogantes para el futuro. El número tres sigue muy visible si tenemos en cuenta que Márgenes es la entrega central de una trilogía nombrada como Acorde para las aguas madres que tuvo su inicio en Tres veces luz (Santa Coloma de Gramenet, La Garúa Libros, 2007) y que tendrá su cierre en un libro inédito, Inclinación al envés. No sé si hago una lectura en exceso positivista de estos Márgenes que, sin embargo, contienen valores para que el lector extraiga de ellos poemas, imágenes o hallazgos de expresión emancipables de todo referente biográfico. En el poema "Convergencias", por ejemplo, están el almendro, el hombre que escribe y las manos de la amante; o en "Tres maneras de sacar partido a la luz"  hay una especie de visión desde lejos que luego se ensimisma; y ambos textos pueden funcionar exentos. Hasta los versos "Si soplas este guante / será ubre de vaca" se despojan de su origen hospitalario. Pero en otros, en muchos, toma posesión del poema el referente biográfico, como el de "la isla sin bordes en donde me curé". No es que se opaque el texto para los lectores no avisados; se trata más bien de algo inevitable en la singladura poética de Julio César Galán en los últimos años, una exploración sobre el propio existir —lectura vital— que lleva a una reflexión sobre la identidad —lectura poética— y que yo creo que es un buen punto de partida hacia una nueva fase o tramo de maduración literaria en un actor muy activo que pone en evidencia mayor el desfase que va de lo escrito a lo publicado. No sé si me explico.

martes, agosto 14, 2012

Galdós


© Library of Congress. Prints & Photographs Online Catalog
Estoy entusiasmado releyendo a Galdós. Preparo clases para el próximo curso y disfruto. Quizá sería mejor decir que mientras disfruto preparo clases para el curso que viene. No sé. No voy a escribir la tontería de que hoy no hay gente que escribe como lo hacía don Benito; pero lo cierto es que se echa en falta el gesto combativo —literariamente hablando— de quien, al tiempo que hacía literatura, criticaba la literatura barata, la falta de compromiso. De compromiso estético y literario. Por ejemplo, quien remata un capítulo con la frase de que "Los mudos suelen ser elocuentísimos cuando se dicen las cosas a sí mismos" (Tormento, VIII) y añade otro con la elocuencia del mismo mudo es alguien que se compromete con la literatura. Es el creador de novelas que se burla de otros modos del novelar como la ridícula novela histórica... ¿Novela histórica?  La misma de la que habla don Ido a Felipe en la esquina de las Descalzas de Madrid —y Felipe que disimula la risa. ¿La misma? "Pero lo que importa es ganar dinero", dice Felipe Centeno. La misma. ¡Y don Benito escribía en 1884! Ay. Pues nada, que para eso otro se necesita cabeza. Tres cabezas en una. Imaginación volcánica. Parece que no han pasado los años ni los libros. 

Post JJOO

Eli Pinedo

viernes, agosto 10, 2012

Márgenes (I)


En la versión que yo tengo en mi ordenador, previa a esta impresa, no estaba el lema del poeta norteamericano W. S. Merwin que acompaña ahora a los de Manuel Padorno, Héctor Viel Temperley y Luis Feria. En la versión que yo tengo porque me la envió Julio César Galán (Cáceres, 1978) los versos de muchos de sus poemas no tenían la disposición que ahora tienen en el libro, que juega con los sangrados constantes y los espacios entre líneas y deshace la apariencia compacta que los textos tenían. Ganan estos ahora al respirar mejor en la página, al formar islotes expresivos más aislados —también ha desaparecido la puntuación— que dan otro aire a estos Márgenes (Valencia, Pre-Textos, 2012. Premio "Villa de Cox"), quinto libro de poemas, si llevo bien la cuenta, de este autor que además se ha dado al sugerente y difícil ejercicio de la heteronimia (Luis Yarza, Paco Gaudet...). Por esta poliédrica manera de manifestarse poéticamente y por su inquietud general, que amplía sus horizontes al ensayo literario, creo que Julio César Galán es uno de los escritores que hay que tener en consideración en los nuevos panoramas. Mi relación con él fue académica —profesor/alumno—, luego literaria —prologué el primero de sus libros—; y entre lo académico y lo literario creo que hemos llegado a ser cercanos congéneres sin intimar, aunque conozco aspectos muy personales de su devenir biográfico. En cualquier caso, la única intimidad la da la lectura, y no me cansaré de repetirlo. La lectura de lo que ha sido escrito como revelación propicia un íntimo y verdadero —en una nueva forma de verdad— conocimiento del autor de lo escrito. Lo diré en dos partes. Por ahora, confieso —¿confieso?— que para acabar de escribir estas líneas he querido meterme en la piel del autor y he escuchado las dos canciones que menciona en la dedicatoria que pone al final de su libro Julio César Galán: Alive, de Pearl Jam, y Best for you, de Foo Figthers.

Calor


Siempre me preguntaré por qué el calor intenso es noticia en verano. Hoy estoy más fino y me pregunto por qué en los informativos de televisión los reporteros que nos cuentan el mucho calor que hace y nos previenen para que tomemos medidas —agua y sombra— hablan a la cámara a pleno sol y sin tocado alguno. Ni una botellita de agua. Ni un abanico o una sombrilla. ¿Nadie se apiada de esas criaturas? ¿O es que quieren emular a aquellos reporteros de guerra con casco y chaleco delante de las bombas? Qué pena de riesgo. 

miércoles, agosto 08, 2012

La hermandad de la uva


Una mañana del mes pasado llegó a mi despacho Juan Carlos Iglesias Zoido para decirme que le había gustado mucho Stoner, la novela de John Williams que recomendé entusiasmado en este blog. Juan Carlos me dijo que había quedado realmente conmovido; y quería agradecerme la propuesta. Quizá por eso, para corresponderme, me recomendó otra novela: La hermandad de la uva, de John Fante, publicada en España con traducción de Antonio-Prometeo Moya por Anagrama, en la colección "Panorama de narrativas" en 2004, y reeditada en "Compactos" en 2009, por donde la he leído. A Juan Carlos se la había recomendado un colega común, Luigi Giuliani, buen conocedor de la narrativa de Fante. Luigi escribió un artículo en la revista Quimera (núm. 272, junio de 2006) titulado "John Fante o las uvas de la vida" en el que hizo una reseña biográfica del autor, hijo de un emigrante italiano en Estados Unidos, matizó oportunamente su relación con algunos autores de la beat generation, como Kerouac, y recordó la italianidad como condición narrativa de la obra de Fante. Esto y, claro, los elementos autobiográficos están muy presentes en esta novela, La hermandad de la uva (1977), una novela también deliciosa, escrita en primera persona, la del personaje escritor que ve la vida desde ese punto de vista; pero al que la vida impone otras evidencias. De acuerdo —parece decirse Henry Molise en la Biblioteca Municipal de su pueblo abrazando un ejemplar de Los hermanos Karamazov—, las personas desaparecen pero Dostoievski a través de su obra estará para siempre. Y, de acuerdo, habría que añadir, finalmente: "Había nacido para ser hijo", se dice el narrador en confirmación de una especie de fuerza de la sangre. Muy recomendable. Gracias, Juan Carlos.

martes, agosto 07, 2012

Vigencia de Claudio Rodríguez


De nuevo, se organizan unas jornadas en torno a la Vigencia de Claudio Rodríguez. Las organizan el Seminario Permanente que lleva el nombre del autor de Don de la ebriedad, la Biblioteca Pública de Zamora, con su directora, Concha González, a la cabeza, y el Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo. Este año participarán Ángel Rupérez, Ada Salas, Olvido García Valdés, Fermín Herrero y Alberto Santamaría. Aquí se puede encontrar más información. Entre cajas también, alentando esta vigencia, Tomás Sánchez Santiago.

lunes, agosto 06, 2012

Chavela


Se murió La Chamana. Cumplió su sueño de volver a cantar en Madrid y reencontrarse con Federico García Lorca en la Residencia de Estudiantes. Allí la vi una mañana de hace unos quince años. Desayunamos juntos. Cada uno en su mesa, en el mismo comedor improvisado de una Resi en obras por aquel tiempo. No me atreví a molestarla diciéndole cuánto la admiraba. Años después, la única vez que he estado en México D.F., me llevaron al Tenampa, el mítico salón de Plaza Garibaldi de la Chavela de resbalón en resbalón y tequilones y de su amigo hermano José Alfredo Jiménez. Me traje este posavasos como recuerdo de una noche de un corto viaje memorable; un documento efímero que hoy, cuando leo que casi a esta hora, de allí, en la misma plaza se homenajeará a la gran señora, está lleno de sentido.

Hermanos


El último lunes de julio vi en La 2 Hermanos, una película danesa (2004) de Susanne Bier, la directora de Después de la boda. Dura, muy dura, casi sin concesiones. Fría también, como la procedencia de su directora. (Para mí el frío, que no me desagrada, empieza en Béjar). Me gustó. Será que en estos tiempos lo único que soporto es que me hablen con crudeza de lo que ocurre, que denuncien, que se proteste. Será que me siento mal con la evasiva y con el dolce far niente como si no pasase nada; con el caluroso verano, vamos. La película de Bier lleva con la cámara la tragedia de un combatiente en Afganistán a su vivienda familiar, a su entorno, sus padres, sus dos hijas, su mujer y su hermano. Cuando el protagonista Michael (Ulrich Thomsem) está preso por los talibanes junto a otro soldado, deshecho y acojonado por su futuro, éste le pregunta si van a morir. La respuesta parte de una certeza irrebatible que me da pie para inventar este diálogo:
—¡Oh, Dios mío, vamos a morir! 
—¡Sí, imbécil! Vamos a morir; pero todavía no.

domingo, agosto 05, 2012

Homenaje al yugo fraterno


El otro día mi hermano Josemari se enfadó conmigo por nada. Hablamos con frecuencia y él a veces se exaspera por lo que yo considero bobadas, por alguna pamema. Aunque no lo parezca —qué tontería—, los de la fotografía de arriba —él, mi hermano, y el que escribe esto— han hablado hace unos días sobre la investigación histórica, sobre lo importante de no quedarse en la individualidad del prohombre. (No viene al caso; pero Ángel González escribió un poema con ese título —"Prohombre", de Grado elemental— en el que decía aquello de que "Por sus ujieres lo conoceréis", y lo tengo asociado a los años de la tierna juventud en la casa de nuestros padres en un cuarto compartido). Han hablado de que somos relación humana, que los hechos se explican principalmente sobre los hilos que nos unen, que nadie, históricamente, se sostiene solo, por muy sólido que sea su pedestal. En fin —también—, que somos hermanos y, a pesar de no haberlo elegido, estamos contentos por serlo. Yo más, porque mi hermano ha dicho cosas de vez en cuando que me han marcado para toda la vida que llevo. La foto puede ser de 1968. Mi hermano Josemari y yo en la Feria de Zafra, cuando la feria era lo que era; o sea, cuando nosotros éramos niños. Él, como en la foto, casi siempre ha llevado las riendas. Obsérvese mi mano derecha sobre el pretil del carro que tira un caballo manchado del tipo que salía en Bonanza, que yo creo que era el que montaba Little Joe (Michael Landon). Ni mi mirada ni mi mano mostraban seguridad; al contrario. Sin embargo, Josemari... Qué bien daba a cámara. En septiembre de 2007 mi hermano me amenazó [en uno de los comentarios de aquí] con denunciarme si seguía publicando fotos de infancia. Je, je. De risa me escacho, que diría don Ramón María. (Próxima entrega: Hermanos. Que no será lo que parece).

sábado, agosto 04, 2012

Una foto y una frase


La fotografía.— La tomé hace tiempo con mi móvil, malamente. Tan malamente como el coche puesto en la puerta de una cochera particular con vado. El dueño del vehículo —estoy seguro, porque ya lo he vivido— muy dueño y tranquilo de haber tenido la deferencia de poner el cartelito con eso de que estaba tomando sus cañitas en el bar. "Estoy en Viña Grande. Gracias". Que a nadie se le ocurra afearle el gesto.
La frase.— Fue "Gracias a Dios, la medicina ha avanzado mucho". Se la escuché en la radio a un político para referirse a las circunstancias derivadas del estado de salud de otra política con un diagnóstico complicado. Me pareció tan paradójico como animoso y frase hecha. Gracias a Dios, la medicina ha avanzado mucho. Qué cosas.

viernes, agosto 03, 2012

La rebelión de las masas


El otro día me regalaron en la Librería Pléyades de Cáceres un ejemplar de la edición facsimilar de La rebelión de las masas que ha publicado Espasa-Calpe para celebrar el 75 aniversario de la famosa Colección Austral, cuyo primer número fue precisamente esta edición de 1937 de la obra de Ortega, sacada en Buenos Aires por Espasa-Calpe Argentina. Con el precedente de lo dicho en España invertebrada (1922) y en el artículo "Masas" aparecido en El Sol (1926), el libro más conocido de Ortega y Gasset se publicó en 1930, y la edición del 37 de Austral fue la primera que apareció "con un nuevo prólogo", el "Prefacio para franceses", un texto muy justificativo en el que Ortega se excusa diciendo que su ensayo era un ensayo español para españoles; y para defender que se habla o se escribe para un receptor determinado cuenta la anécdota de un homenaje a Víctor Hugo en el que un ujier le iba anunciando la asistencia de representantes de muy diversas naciones. El ujier: "Monsieur le Représentant de l'Angleterre!" Y Víctor Hugo: "L'Angleterre! Ah, Shakespeare!". El ujier: "Monsieur le Représentant de l'Espagne!" Y Víctor Hugo: "L'Espagne! Ah, Cervantes!". El ujier: "Monsieur le Représentant de l'Allemagne!" Y Víctor Hugo: "L'Allemagne! Ah, Goethe!". Hasta que le llegó el turno a un señor, "achaparradito, gordinflón y torpe de andares" [sic] que el ujier presentó: "Monsieur le Représentant de la Mésopotamie!" Y Víctor Hugo, después de un momento de vacilación; pero al final con no menor convicción que las veces anteriores, dijo: "La Mésopotamie! Ah, l'humanité!" En fin... Un pedacito de la repercusión y de la historia editorial de La rebelión de las masas se me ha mostrado al colocar este ensayo en su sitio en mi biblioteca, al lado de otro ejemplar menos nuevo de la décimo cuarta edición en la misma colección Austral, de 1958, y ya publicada en Madrid. Mi otro ejemplar tiene la portada más tintada: La rebelión de las masas. Con un prólogo para franceses, un epílogo para ingleses y un apéndice: Dinámica del tiempo. Pues eso, dinámica del tiempo.

jueves, agosto 02, 2012

Elefante blanco


Ayer fuimos al cine. Vimos Elefante blanco, la película del argentino Pablo Trapero, con Ricardo Darín como uno de los protagonistas. Once personas en la sala en la sesión de las ocho y diez, algunas de ellas conocidas. Pocas, y por poco. Porque hoy he sabido por el periódico que ya no está en la cartelera. Merecería estar más tiempo. Y debería proyectarse, además, durante las misas de los domingos. En San Juan, por ejemplo, aquí en Cáceres. Sería un mal trago para sacerdotes y feligreses. No por la dureza de la película y por cómo muestra la violencia y la miseria en una villa de Buenos Aires, una especie de favela atroz en la que el poder está en los traficantes de la droga y el sacrificio en el de un grupo minúsculo de curas (Ricardo Darín, Jérémie Renier) y una trabajadora social (Martina Gusman); sino por la manera de relatar cómo se interpreta la fe cristiana. Porque la mirada de Trapero no es tanto hacia dentro de ese submundo de una ciudad oscura, sino hacia fuera, hacia la luminosa ciudad de Buenos Aires, hacia sus munícipes y obispos, que no salen bien parados, como no puede ser de otro modo en un mundo como este. Dan ganas de creer en Dios cuando uno conoce cómo luchan y sufren algunos de los que creen. La película de Trapero está bien hecha, creo yo, y aunque podría uno ponerse a poner reparos leves, solo quiero destacar lo más potente —y hay mucha potencia, violencia y fuerza en la película— para mí, en relación con lo arriba dicho. Cuando en dos ocasiones —si no son más— se reza el avemaría del rosario. Las imágenes de las manos en las cuentas y la voz de Ricardo Darín... y todo el contexto, duro y tremendo. Quizá, para mí, lo mejor de esta encomiable expresión de la entrega por unas ideas. Las mejores ideas. Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. Suena distinto dicho así.

miércoles, agosto 01, 2012

Cerrado


© Foto de Extremadura.com
Por primera vez en muchos años, mi Facultad cierra en verano. Solo serán los primeros quince días de agosto y la medida afecta a todos los centros de la Universidad de Extremadura, que se suma así a lo que otras universidades españolas han decidido con mayor firmeza obligadas por estos tiempos de crisis. El ahorro en el gasto de mantenimiento de edificios supera con creces las inconveniencias causadas a los cuatro gatos que podríamos acudir a los despachos o a la biblioteca; inconveniencias que desaparecen con un poquito de previsión. Lo mismo valdría decir de otros servicios administrativos. Debería haberse hecho antes. Incluso en los tiempos gloriosos en los que teníamos llave de la antigua Facultad para ir los sábados y los domingos; en aquellos tiempos sobre los que algunos dicen que otros acudían allí a llamar por teléfono para no gastar en casa. Por eso, yo creo que —también por atavismo— algunos sufrirán por no ir un ratito por el campus. Me he acordado de un chiste del dibujante Máximo publicado en El País hace bastantes años. Era una tienda con el rótulo de AGOSTO y un papelito pegado en el cierre metálico que decía: "Cerrado hasta septiembre".