miércoles, julio 11, 2012

Maestro Ordóñez


Marcos Ordóñez, maestro. Porque tiene la capacidad de traer a lo cotidiano —la lectura del periódico— lo transcendente perdurable, lo sublime. Lo que ahí estaba y que es tanto de agradecer que te lo muestren de esa manera. Lo ha hecho en muchas de sus críticas de teatro y en sus artículos. Hoy ha sido a propósito de Calderón de la Barca y de cómo se le está representando en festivales veraniegos, algunos tan cercanos como el de Mérida. (Sin comentarios por ahora). Maestro Ordóñez porque no es habituario que alguien, por decir de Calderón y de su obra, se refiera al famoso exemplo XI de El Conde Lucanor. Bueno, él, que cita para sugerir sobre La vida es sueño obras contemporáneas como La invención de Morel, la trilogía Matrix o El show de Truman, dice que si queremos hallar un claro precedente de ese drama de Calderón hay que remontarse, tres siglos atrás, al maravilloso relato de El brujo postergado que está en El Conde Lucanor. Y aquí está el interés. Se confunde. Porque no, no hay ningún relato en los enxiemplos del Conde y de Patronio que lleve un título así. Sí, sin embargo,  está en Borges —que lo conocía como "el cuento de las perdices"— en su Historia universal de la infamia, de donde probablemente lo recuerda el maestro Ordóñez en un cruce de referencias memorable, como tiene que ser. Y está en uno de los textos de Los valores literarios de Azorín, que leyó Borges, seguro. En fin, que El brujo postergado que dice Ordóñez es el fantástico relato —pieza clave para enseñar a escribir cuentos fantásticos— "De lo que contesció a un deán de Sanctiago con don Yllán, el grand maestro de Toledo". El que se remata con

Al que mucho ayudares et non te lo conosciere,
menos ayuda avrás dél desque en grand onra subiere.

Es lo que tiene la lectura de la prensa del día; y que, a pesar de todo, sigue trayendo lo peor y lo más feo a la primera plana.

1 comentario:

Miguel Salazar dijo...

Mi exemplo favorito. Me parece que hasta he llegado a ligar contándolo en noches de copas. Y no soy nada madrero, pero perdices como las de Concha, ninguna.