miércoles, agosto 31, 2011

Un apunte

Qué ganas tengo de Conversación.

martes, agosto 30, 2011

La filosofía del puma

Para Miguel Ángel Lama

                              A enemigo que huye,
                              zarpazo en el lomo.


Un regalo de Elías Moro

domingo, agosto 28, 2011

Vila-Matas y el Paseo de Cánovas de Cáceres

En una conversación con su traductor francés, con André Gabastou, Enrique Vila-Matas dijo que este Hijos sin hijos (Anagrama, 1993) estaba entre los mejores libros que había escrito. Yo también creo que este conjunto de relatos, con Kafka como referente y el número 41 —el de los años del primer narrador, la edad de la muerte de Kafka en el sanatorio de Kierling— es uno de los libros fundamentales de la nutrida y extraordinaria bibliografía del barcelonés. Lo traigo aquí por rescatar un apunte antiguo que me permite recordar a un amigo íntimo, Ángel Campos Pámpano. Creo que conocimos a Enrique Vila-Matas el mismo día, en Lisboa, en febrero de 1997, cuando coincidimos en un encuentro de Hablar/Falar de Poesia en la Casa Fernando Pessoa. Lo confirmó el propio Vila-Matas en su colaboración en el número de Espacio/Espaço Escrito (noviembre 2009) en homenaje a Ángel. Escribió que siempre que se cruzaba con Ángel se saludaban de la misma forma que lo hicieron la primera vez, allí en Lisboa: —Es que soy de Veracruz, decía Ángel. —Es que soy de Badajoz, decía Vila-Matas, respondiendo al guiño de mi amigo sobre la novela Lejos de Veracruz (Anagrama, 1995). Un guiño literario parecido le hizo al novelista en aquella misma ocasión; pero sobre Hijos sin hijos, y también con el nombre de un lugar: el Paseo de Cánovas de Cáceres, significativo escenario del relato "Un paseo repentino (Cáceres, 1956)", un episodio más de esta especie de "Breve y heterodoxa Historia de España de los últimos 41 años". El estudiante protagonista del relato vive a cuatro pasos de Cánovas, y allí se encuentra con su padre, que caminará a su lado protegiéndole con su paraguas de la fuerte lluvia. A medida que el diálogo entre ellos arrecia, su caminar es más rápido y llegan a la Avenida de la Montaña, por la que bajan y se plantan "casi fuera de Cáceres". Si no recuerdo mal, creo que Enrique Vila-Matas nos dijo que nunca había estado aquí, a pesar de haber situado en esta ciudad el paseo repentino bajo la lluvia del padre y del hijo de su texto. Años después, conoció Cáceres, y pudo ir al Paseo de Cánovas, pues coincidimos aquí en mayo de 2002 —también con Ángel— en el jurado de los Premios Extremadura a la Creación. Hacía tiempo que quería recoger informalmente esta referencia literaria de un lugar cercano como el Paseo de Cánovas cacereño, y parece, por lo que leo, que no fue algo baladí la elección de aquel escenario en Hijos sin hijos. En la misma entrevista con Gabastou explicó Vila-Matas: "Por ejemplo, el Cáceres de 1956 que decidí que serviría de marco para El paseo repentino me lo impuse tras un sorteo con varias ciudades que hice yo mismo. Pero una vez supe que mi cuento sobre el afán de estudiar sucedía en Cáceres, comencé a enlazar la acción de ese relato con el mundo de los conquistadores extremeños del Perú y finalmente con Cuzco y con aquel libro de José María Arguedas donde hay un padre y un hijo que pasean por una calle peruana muy extremeña." Vila-Matas aludía a Los ríos profundos de Arguedas. Interesante.

domingo, agosto 21, 2011

La resistencia de lo efímero

Hace poco Germán Vega García-Luengos me envió este libro cuya publicación anunció aquí en Cáceres, cuando participó en el último curso de Lecciones de teatro clásico, junto a unos emocionados Rosa Manzano y Luismi García, de Teatro Corsario.
Fernando Urdiales o la resistencia de lo efímero. Edición al cuidado de Germán Vega. Valladolid, Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial de la Universidad de Valladolid, Ayuntamiento de Olmedo y Diputación de Valladolid (Col. Olmedo Clásico, 6), 2011, 197 págs.
Es el homenaje impreso —los ha habido como reposiciones de sus montajes, como mesas redondas, conferencias o como repositorios digitales— a Fernando Urdiales (1951-2010), coordinado por Germán, y en el que han participado más de ochenta amigos, compañeros y conocidos de Fernando, a quien, el teatro clásico "le debe uno de los intentos más serios que se han desarrollado en nuestros días por asumir tan espléndido legado. Porque a los clásicos no les ha hecho tales el empeño de los profesores de literatura en sus clases (y perdón por contrariar la etimología y por tirar piedras contra mi tejado) sino fundamentalmente aquellos que como él han apostado por que vivan de nuevo en los escenarios." (Germán Vega, "De regreso a Olmedo", págs. 188-190). Me alegra mucho estar tan de acuerdo y, cuando he tenido ocasión, he dicho algo parecido sobre quiénes nos enseñan mejor y más teatro clásico. Entre los colaboradores, personas muy cercanas, desde Sergio Adillo a Isidro Timón, escritores como Luis Mateo Díez, Esperanza Ortega o Gustavo Martín Garzo, músicos como Joaquín Díaz, y mucha, mucha gente de teatro. Me alegra también que la profesora Mercedes de los Reyes Peña evoque aquel encuentro en Cáceres con Urdiales. Es un libro de resistencia contra el olvido.

sábado, agosto 20, 2011

Con Russell P. Sebold

La foto nos la hizo una camarera del Asador Real de Madrid el lunes 18 de abril de este año. Comimos juntos, como puede comprobarse. A finales de marzo me había dicho que estaba en España, y que probablemente esa sería una de sus últimas visitas, pues ya los años pesan —me dijo— para viajes así. En realidad, aunque él sabe que aproveché toda la mañana en la Real Biblioteca, fui a Madrid a verle, a conversar con él. Un placer. Hace casi veinticinco años que nos conocemos —los que yo tenía cuando le vi por primera vez— y él cumple hoy ochenta y tres. Felicidades. Vengo felicitándole aquí desde que este blog comenzó a publicarse. El 20 de agosto de 2005, el mismo día en 2006, también en 2007, igual que al año siguiente. El 20 de agosto de 2009 no sé qué pasó, que me ocupé de la SGAE. El año pasado, volví a felicitarle. Me alegro. Hace poco estuve de nuevo con él, de otra manera: por la lectura de su texto para el libro Memoria de hispanismo, en el que escribe "En busca de una identidad y un acento", una impagable pieza autobiográfica de un enamorado de la cultura española que, influido por un primo que era químico, eligió clases de química en la universidad, pero "allí no había carrera que me atrajera; y además, eso olía mal" (pág. 55). Ya conocía el latín, gracias a una simpática profesora de Dayton, y el español, por una excelente señorita Marta, y luego se convirtió en uno de los más ilustres hispanistas que tenemos. Un tipo que dice que "me leo mi párrafo diario [en latín] de Cicerón, Séneca, Suetonio o Cornelio Nepote" (pág. 54). Creo que ya tengo la capacidad de añadir figuradamente los gestos, el tono y el acento —yanqui— a toda palabra que escriba Russell P. Sebold, un profesor de lengua y literatura españolas durante cuarenta y tres años en las universidades de Duke, Wisconsin, Maryland y Pennsylvania, que, si no administrativamente, sigue activo intelectualmente y puede seguir suscribiendo algo como que "mis horas de mayor deleite eran las que dedicaba al perfeccionamiento de mi dominio del español a través de los artículos y libros que escribía y las ediciones de clásicos que preparaba." (pág. 59). Lo dicho, la identidad, española; el acento..., agudo. Felicidades.

jueves, agosto 18, 2011

De lo adverso

 (evocación desde Bellver)

a Miguel Ángel Lama
La vida no me ha dado
como a Tántalo
otro don que el de la perspectiva
por siempre en la distancia
de los seres amados,
y el sueño de una tierra
más benéfica
o sin el sinsentido de mis pasos.
Detrás de estas ventanas
cada tarde
hago de este destierro
mi clemencia
e invoco la razón
de lo negado.

Un regalo de Carlos Medrano

martes, agosto 16, 2011

Aviso

Los días 16, 18 y 19 de agosto se adelantará el cierre de todos los servicios de la Sede de Recoletos de la Biblioteca Nacional de España, incluidos la Sala de Exposiciones y el Museo, a las 14:30 horas, debido a que los actos que tendrán lugar con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud afectarán a los accesos a dicha sede. Por la santa sede.

La krakatita

He quedado fascinado con esta novela que me recomendó un estudiante checo, František, al que tengo el placer de dirigir un trabajo de investigación del que también me gustaría hablar aquí. Ya diré sobre quién. He quedado fascinado, y sorprendido de que esta obra del checo Karel Čapek (1890-1938), La krakatita (1924), haya sido traducida al español por vez primera a los ochenta y seis años de su publicación (La krakatita. Una fantasía nuclear. Traducción de Patricia Gonzalo de Jesús. Córdoba, El Olivo Azul, 2010). Me he acordado de lo que escribió Juan Goytisolo en El País en enero de 1989 cuando en algunos países de Europa se tradujo La Regenta por primera vez a los cien años de ser publicada. Muchos europeos, desde los suecos a los portugueses, quedaron impresionados por una novela de tanta calidad hasta el momento no divulgada. Salvando las distancias, con La krakatita sucede algo parecido. Es una novela fascinante, muy moderna —la cursiva es mía pensando en Cervantes—, es un delirio, es tierna, es comprometida, trepidante, tiene unos rasgos de humor puestos justito al lado del relato de una desolación, logra encandilar al lector con los quiebros de lo real y lo imaginado, con ese terreno entre lo vivido y lo soñado. Hay muchos personajes. Hay algunos personajes secundarios que da tremenda pena que lo sean, como en las grandes novelas. Hay muchos incidentes y muchos escenarios. Y hay una verdad al final: "El que mira a lo más alto aparta su mirada de la gente" (pág. 325). Ahora estoy leyendo su Viaje a España (Madrid, Hiperión, 1989), otro regalo de mi alumno. Son los apuntes del viaje que hizo Čapek a España en 1930, con sus dibujos, en traducción de Jana Stancel y Clara Janés.

140 caracteres (II)

Ayer ya te confesé todo —te quiero mucho, de verdad—; pero no te dije que aquel día en el hotel fue alguien de tu familia quien, para seguir

—De un anónimo gallego—

lunes, agosto 15, 2011

Justa Hernández

Acabo de llegar de Zafra. Desde el sábado a la siesta, he estado con mi madre, hasta la noche de ayer, hace un par de horas. Entre los libros que me han acompañado, uno que ya estuvo cuando estuve con ella. Tengo una prueba. Es la novela de Antonio Prieto El manuscrito sellado, sobre la que he escrito un breve artículo prometido a la revista Zafra y su Feria, una de esas publicaciones que rompe los índices de los índices de impacto. Mi madre ya no viene a casa; soy yo el que va a la suya. Pero lo que viene aquí es que he visto en mi ejemplar de la novela de Prieto su firma, la prueba. ¿Cuándo lo hizo? Estoy seguro de que esta vez no, porque difícilmente escribiría hoy su nombre con tanta limpidez y con esa inclinación hacia arriba que siempre ha sido la de su firma. ¿Cuándo cogió mi ejemplar y estampó su firma en él, debajo de la del autor, "Antonio"? En tinta verde la de él; en azul la de mi madre. Tuvo que ser en diciembre del pasado año, la última vez que pasó el mes en casa. Fue cuando le hablé de la novela, cuando le dije que salía Zafra y que allí la presentamos, en el Parador. ¿Por qué furtivamente ella cogió mi libro y se lo apropió firmándolo? Imagino que creyó que se lo regalaba, con dedicatoria del autor y todo; o quizá fuese que ella también quería estar presente en una celebración zafrense. Ahora es una propiedad que no sabe que tiene. Pero el libro ya es suyo.

sábado, agosto 13, 2011

Perros en la playa

Las circunstancias han traído estas líneas aquí en un momento en el que un título como Perros en la playa puede resultar muy oportuno. Ojalá no lo sea por asociarlo al verano. No lo es, aunque el título podría aludir, a mi entender, a una playa preferida que he visto más de una vez desde una habitación de hotel, y a la que me (nos) gustaría mucho volver. La de Gijón. La del Gijón de Jordi Doce, el autor de este libro, Perros en la playa (Madrid, La Oficina Ediciones, 2011, con dibujos de Javier Pagola), que contiene aforismos, poemas, apuntes, notas de una línea, textos largos que son como ensayos breves... Entonces, la playa no es la playa y la arena no es la arena, y los perros son borrones móviles (pág. 125) en la arena de la página. Pereza en píldoras. Píldoras para la pereza. Quiero decir que libros como éste son una especie de cajetín en el que el perezoso mental encuentra una afirmación luminosa, aquello en que uno estaba pensando; pero mucho mejor dicho. Me recuerdo hace años en la tarea intermitente de anotar en una base de datos pensamientos y hallazgos a propósito de todo, una memoria exenta para retener un buen texto sobre el oficio de escribir, otro sobre la crítica literaria, otros sobre corregir algo escrito, sobre la vida o sobre un amanecer. Una especie de diccionario de citas para andar por casa, valga la incongruencia. Perros en la playa, como anteriormente Hormigas blancas (Madrid, Bartleby Editores, 2005), de Jordi Doce, ofrece algo de esto de una manera brillante. Parece que estos libros se leen bien, rápido; sin embargo, no es así por mi experiencia. Permiten ser leídos a lo largo del tiempo y sobre ellos se cruzan otros muchos. Pongamos por caso que me quedo en "Existes siempre en el hueco que dejan los demás" (pág. 71). No me cuesta nada retomar la lectura donde la dejé y leer "La multitud se aparta con secreta y misteriosa unanimidad, y en el margen abierto surge un recién nacido", que está en la misma página. Y no tener que dar saltos, como parece que debe ser. Y es que parece que son libros fáciles de no leer; quiero decir, de leerlos incompletos, y no de punta a cabo, como una novela; cuando las novelas se leen de punta a cabo, claro. Le pasa lo mismo, o más, a El juego de la taba, de Elías Moro (Madrid, Calambur, 2010), que también he leído, de principio a fin y de varios modos. Me apetece decir que en el libro de Jordi Doce uno se baña y con el de Elías Moro uno se ducha. "Un lector que relee es la mitad del poema", dice Jordi en uno de esos textos breves que son poesía al fin y al cabo, como dejó dicho Álvaro Valverde. Luminoso, pero me quedo con los textos más extensos —una, dos o tres páginas a lo sumo— en los que el poeta, el traductor y el crítico se subsumen en el lector de tantas páginas como en Perros en la playa quedan como manchas palpitantes. Me gusta mucho lo que dice Jordi Doce de que se escribe a tientas, "por ensayo y error" (pág. 172). Da rabia que libros como éste no se encuentren con facilidad en las estanterías de las librerías de cualquier rincón de este país. Por recomendarlo, digo.

viernes, agosto 12, 2011

140 caracteres

Señora mía, si yo de vos ausente
en esta vida turo y no me muero,
paréceme que ofendo a lo que os quiero
y al bien de que gozaba en ser pres

—Del soneto IX de Garcilaso—



miércoles, agosto 10, 2011

De Alcántara

© Sergio Martínez

He conocido a Alfonso Zurro. Bueno, le conocí ayer, cuando llegó a Alcántara; pero esta mañana he disfrutado del relato de una parte de su experiencia como director teatral, en el que ha expresado la importancia de la comunicación de un director con el autor —vivo, claro— de un texto modificable, como sus experiencias con Miguel Romero Esteo o con Antonio Álamo; y ha compartido su voluntad de buscar nuevas formas de presentación del hecho teatral, como cuando el año pasado celebró el Día del Teatro y convirtió las veinticinco habitaciones del Hotel Casa Romana de Sevilla en veinticinco escenarios. Me he traído a Cáceres mi primera vez de dormida en Alcántara tras una función, después de algunos años acudiendo a este festival. En la función de anoche, Rafael Álvarez, "El Brujo", volvió —hoy hará lo mismo— a meterse a mil ochocientas personas en el bolsillo inexistente de su pantalón de actor. Qué actor, qué recursos. Qué formato el suyo, tan respetable y controvertible. Sin embargo, daría más por pasar con él una hora de conversación —sin chistes— que reírme con algunos espectáculos de los suyos. Al menos, pude saludarle dos minutos —lo dicho, mi primera vez de dormida en Alcántara—, cuando se marchaba a su casa a la una y media; la hora, pero tras el mediodía de hoy, a la que he salido de Alcántara con la grata experiencia de un encuentro que hay que repetir. Y ahora no hablaba de El Brujo.
© Sergio Martínez

martes, agosto 09, 2011

Encuentros con el teatro en Alcántara

© Sergio Martínez
Estoy en Alcántara. Me han invitado a hablar sobre texto clásico y representación a la primera edición de los Encuentros con el Teatro, dentro de las actividades paralelas de la vigésimo séptima del Festival de Teatro Clásico de Alcántara. Esta mañana he escuchado a Denis Rafter, que ayer representó su Interpretando a Shakespeare, y ha hablado hoy de su libro —aún en prensa; pero a punto de salir— sobre Hamlet en España, que fue su tesis doctoral y que ha sido Premio Artez Blai de Investigación de Artes Escénicas. Muy bien. Estos Encuentros con el Teatro han sido patrocinados por la Fundación San Benito de Alcántara con la colaboración del Vicerrectorado de Extensión Universitaria de la Universidad de Extremadura y del propio Festival alcantareño y, además del público interesado, asiste una docena de alumnos becados que conviven con estudiosos y profesionales del teatro estos tres días; hasta mañana, en que intervendrá Alfonso Zurro, director de la Carmen representada el sábado por la Compañía de Teatro Clásico de Sevilla.

lunes, agosto 08, 2011

Álvaro Valverde

Párate aquí, contempla
los paisajes que han ido conformando
el rostro que ahora tienes.
Tus ojos que reflejan la mirada
de ese valle perdido donde el tiempo
se ha ido remansando hasta tal punto
que incluso a veces dudas de que pase. […]

"Una visión", de Desde fuera (2008)

sábado, agosto 06, 2011

Almanaque

De enero a diciembre. O lo que es lo mismo, de "Trasbordo" a "Epicureísmo", que son los textos que enmarcan este Almanaque (Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col. Vincapervinca, 2011), compuesto por cincuenta y dos columnas —las semanas que el año tiene— seleccionadas entre las escritas por Tomás Pavón (Cañaveral, Cáceres, 1959) en su colaboración fija de "Contraplanos" en el diario Hoy entre 2003 y 2006. Es decir, un libro elaborado a partir de unos textos que ya tuvieron su entidad, su medio y su destino; pero ahora barajados —y retocados en lo mínimo preciso— de tal modo que el resultado es un gustoso recorrido por un año natural o almanaque, cuyas hojas —textos— son marcas temporales. Así, "Trasbordo" o "Juguetes" es enero; "Bisiesto" es febrero; "El Víbora" es abril; "Metamorfosis", agosto; o "Carpanta" es diciembre. Por eso, el afán del autor en su nota preliminar de vincular la escritura de la columna a la de un diario personal, un diario, en esta reelaboración, que subraya la temporalidad pero que elude la actualidad, para garantizar su vigencia. En la presentación de la obra en la pasada feria del libro de Cáceres, las palabras de Tomás Pavón me recordaron una reseña que escribí sobre Fin de milenio, la primera recopilación de artículos del autor, que se publicó en 1997 y que recogía las colaboraciones, también en Hoy, en 1995 y 1996. Se me ocurrió decir allí que aquel libro "debería imponerse en los bares y los cafés como aperitivo para los que esperan", y en el periódico, también el Hoy, en la edición de Badajoz, me publicaron la reseña con un notorio cambio de título y la fotografía de un camarero tras la barra de un bar secando unos vasos. A los tres días, se volvió a publicar, en la edición de Cáceres, gracias al buen hacer de Juan Domingo Fernández —que, además, fue el presentador de aquel libro de Tomás en el Corral de las Cigüeñas cacereño aquel abril de 1997—, con su título original y con una ilustración de la cubierta de la obra. Batallitas. Valdría decir algo parecido sobre las columnas de este Almanaque, estampas de opinión cuya lectura ahora puede evocarnos la que hicimos en poco más de dos minutos, con el café junto al periódico, con el humo de antaño y con el ruido de ambiente. Con la prosa y los asuntos que algunos gastan en la prensa diaria, lo de Tomás era y es un regalo; el de quien trata la realidad cotidiana con el respeto literario que los antiguos daban a las cosas graves. Personalmente, me quedo con los textos memorativos —hay bastantes— que rescatan los mitos pequeños de una generación, y los que se nutren de una lectura —"Mitología" me gusta— y remiten con pasión a ella. Recomendable.

miércoles, agosto 03, 2011

XXVII Festival de Teatro Clásico de Alcántara

Este viernes comienza la vigésimo séptima edición del Festival de Teatro Clásico de Alcántara, hasta el 10 de agosto. El sombrero de tres picos, de Pedro Antonio de Alarcón, la Carmen de Mérimée, El castigo sin venganza y El maestro de danzar, de Lope de Vega, o las Mujeres de Shakespeare, de Rafael Álvarez, El Brujo, son la base del cartel de este año. Pero hay más. Aquí, toda la información.

martes, agosto 02, 2011

La quimera de los dioses

En enero de 2006, el eminente dieciochista Francisco Aguilar Piñal, a sus setenta y cinco años, ya jubilado, abrió un blog bajo el título Grandes palabras. Recuerdo que en poco tiempo le llovieron los comentarios, y muchos de ellos de gente joven. A los pocos meses activó otra página, otro cuaderno, La bitácora de Vandalio, cuya primera entrada, si no me confundo, fue de septiembre de 2006, concebido para recoger temas variados sobre humanismo, sociedad y religión, y en el que fue vertiendo, entre otros, los textos de un libro, La quimera de los dioses. El libro fue creciendo y se ha hecho realidad, bajo ese mismo título y con sus cuatrocientas páginas y pico en la versión que yo tengo. ¿De qué trata? Si copio aquí una de sus frases quizá pueda expresar algo de su objeto principal: "Ningún Dios existe". Es un madurado ensayo de un intelectual de tradición católica sobre la libertad de conciencia, sobre laicismo y ateísmo; pero también es examen de conciencia personal del que ha recorrido casi todo el camino de la vida. Defiende el autor esa "libertad de conciencia" para enfrentarse a la educación recibida sobre la existencia de los dioses, de lo que llama una quimera inventada por nuestros antepasados. "El misterio de la vida", "La invención de los espíritus" y "La quimera dañina" son las tres partes en las que se divide el libro, que concluye, bajo la advocación de seres mortales como el científico Stephen W. Hawking, con la idea de que la ciencia nos dice que todo acaba con la muerte. La quimera de los dioses de F. Aguilar Piñal es también un frondoso árbol de lecturas, con ramas de varia ilustración. Por ejemplo, hay una cita de los Pensamientos filosóficos de Diderot que dice: “Una religión verdadera, que interese a todos los hombres en todas las épocas y en todos los lugares, debió ser eterna, universal y evidente; ninguna posee estos tres caracteres. Todas, por consiguiente, han sido demostradas como falsas por partida triple”. Y hay unos versos de una copla de Juan Jiménez (Sevilla, 1947-1995), a quien imagino allegado del autor, de Aguilar Piñal (Sevilla, 1931), que dicen "No digo ni sí ni no. / Digo que si Dios existe /no tiene perdón de Dios." Si alguien está interesado en el libro puede solicitar información aquí.

lunes, agosto 01, 2011

Salvar el arca de Pessoa

Acabo de recibir de Perfecto E. Cuadrado un correo en el que me reenvía otro de la novelista portuguesa Inês Pedrosa para adherirse a la petición de recuperación por el Estado Portugués del arca de los inéditos del poeta Fernando Pessoa, vendida en una subasta a un coleccionista anónimo en 2008. Pide la firma a todos aquellos que estén de acuerdo con recuperar el mueble, es decir, el arca —vacía, claro—, y que la solicitud pueda elevarse al Secretario de Estado de Cultura. Aquí se puede firmar. Y aquí copio una parte del texto del memorial:
"O nosso objectivo é fazer com que a Arca dos Inéditos de Fernando Pessoa regresse à propriedade do Estado, depois de ter sido vendida em leilão em 2008 a um coleccionador desconhecido. Acreditamos que a Arca é um tesouro nacional de Portugal, que pertence ao povo Português e que deve ser exibido num local público. Pedimos ao governo que actue, encorajando todos os que amam Fernando Pessoa a ajudar-nos nesta incrivelmente importante missão."