lunes, junio 27, 2011

Hablemos todos

Lo dice el personaje de Juan Rojo al final del acto segundo de Fuente Ovejuna: —Hablemos todos. El sábado hablaron todas las mujeres-maquiladoras del elenco de esta compañía (Maria-Itzel Siegrist como Laurencia, Melinna Bobadilla como Pascuala, Victoria Tapias Guzmán como Jacinta) contra la opresión de un Comendador convertido en un chulesco narcotraficante (Sergio Adillo). Excelente montaje dirigido por Lucía Rodríguez Miranda sobre la obra de Lope, por muchas razones. Una de las más importantes, su motivación de denuncia de una maldad. También su función pedagógica. Por ambas, cabría estar incondicionalmente del lado de esta propuesta teatral; pero no para disculpar nada. Al contrario, para afianzarse en el elogio por la concepción dramática, por la música en directo, por la matizada por lograda desigualdad en la interpretación, en la que destacan Laurencia y el Comendador, por la adaptación del texto lopesco y la incorporación de motivos connaturalizadores como la intervención del presidente mexicano Felipe Calderón y sus cínicas palabras impotentes. Tuvimos ocasión en nuestro curso de verano recién terminado de escuchar de Lucía, de Sergio y de algunas actrices parte del sentido e intención de esta propuesta que, tras su estreno en Nueva York, se ha estrenado en España para iniciar una serie de representaciones en espacios como los festivales de Olmedo y de Almagro. Fue un privilegio. Como tener a un diplomático, a Jaime Hermida, del Ministerio de Asuntos Exteriores español, que nos habló de la situación de la lucha contra el feminicidio. Disfruté. También por participar en uno de los colofones de un festival como el de Cáceres, que se supera, incluso con las dificultades propias del momento; y que puede enorgullecerse de su valencia: el público. Fue más allá de su papel el sábado. Pues el montaje De Fuente Ovejuna a Ciudad Juárez se basa en los planteamientos del teatro del oprimido —de Augusto Boal nos habló Lucía Rodríguez—, por los que el público tiene que ser espectactor. Así cabe interpretar su participación en la boda bebiendo un chupito de tequila y su aplauso final y trunco por no ser recibido por los actores. Sorprendió esto. A mí, sobre todo, porque esperaba que en Cáceres se deshiciese el precepto. No en vano, Sergio Adillo es de aquí y aquí estuvimos esperando y favoreciendo a toda su compañía. En fin, pedagogía sin concesiones. Felicidades.

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