sábado, agosto 28, 2010

Una 'zeja' de asombro

Permítaseme el juego del título sobre Una ceja de asombro (Madrid, Huerga & Fierro Editores, 2010), el último libro de poemas de Ezequías Blanco (Paladinos del Valle, Zamora, 1952), un activista literario fichado como responsable de la revista Cuadernos del Matemático y como autor de más de una docena de libros de poesía, una novela para jóvenes, Memorias del abuelo de un punk, dos novelas para menos jóvenes, Tres muñecos de vudú e Islandia, y un libro de relatos de título muy ocurrente: Tienes una cabeza apuntando a tu pistola, publicado también por Huerga & Fierro, y que aún no he leído. A Ezequías le conocí, cómo no, a través de Ángel Campos Pámpano, que junto a Tomás Sánchez Santiago, componía una de las parejas de amigos de quinta de Ezequías, aunque fuesen cinco años más jóvenes. La otra pareja la conformaban Aníbal Núñez y Luis Javier Moreno, entre ocho y seis años mayores. No está mal el elenco.
Aquella primera versión de los poemas de Palabras de la Sibila, publicada en La Centena de Antonio Gómez en 1992, fue lo primero que leí de Ezequías Blanco. Luego, a través también de Ángel, lo que éste le publicó en Del Oeste Ediciones (las Memorias del abuelo de un punk y Tres muñecos de vudú); y luego tuvimos un grato y corto encuentro en Badajoz, con Ángel, con Julio Llamazares, Manolo 'Cerebro' González, en el décimo cumpleaños de la editorial Del Oeste, en 2004. Luego escribí aquí un poquito, pero con intención, sobre su libro de poemas Los caprichos de Ceres (2007); y luego vendría nuestro más reciente encuentro, sin Ángel.
Ahora he leído Una ceja de asombro, que tiene lo que algunos renombrados libros clásicos, una exhortación lírica al lector como primer poema. "Fruto que deseo sacar de mis poesías" titula Cadalso uno de los primeros textos de sus Ocios; Meléndez Valdés encabezó sus odas anacreónticas con un preámbulo poético "A mis lectores"; Ezequías Blanco se dirige a un tú al que dedica su escritura, presente permanentemente a lo largo del libro: "Comienzo este poema..."; "Con el fatalismo que me infunde la osadía / comienza este poema."; "Termino este poema con la torpe amplitud / con la que acaban todos los poemas"... Se trata de una llamada de atención sobre las palabras, sobre ese afán de buscarlas, nuevamente, para decir de un modo que provoque en el lector una reacción siempre positiva. La poesía de Ezequías Blanco muestra esa actitud espléndida del poeta ante lo que hace. El poeta quiere que el lector acaricie el poema, que lo lea "de un modo sibarita", dice uno de los treinta y cinco textos del libro agrupados en un único bloque, al que se suma un epílogo con otro poema ("La vida es simplemente un tobogán"). En este caso, es una confesión de la pasión por la escritura, por la poesía, que se me antoja creacionista. Y por eso esa presencia del yo poético. Del yo con su intención y su sentir, por encima de lo poético en algunos poemas.

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