lunes, julio 26, 2010

Un lugar de la poesía

© CMD
En un texto ("Pascoaes: O nome e o lugar") que se publicó en el periódico Hablar/Falar de Poesia (núm. 5, 2002), António Cándido Franco recordó la petición pública de Eugénio de Andrade de que la casa de Teixeira de Pascoaes (1877-1952) fuese reconocida como casa de la poesía. Tengo delante el ejemplar de ese número; y ya me habría gustado tenerlo el jueves pasado —y aquel número de Espacio/Espaço Escrito de 2000 dedicado en una parte al autor de Verbo escuro tan vinculado a Unamuno—, cuando visitamos la casa gracias a la gentileza de Maria Amélia Abrantes de Sampaio e Castro Teixeira de Vasconcelos, cuyo suegro fue primo hermano del escritor. Aunque se anuncia como museo que puede visitarse, no fue el mediodía del jueves el mejor momento. Sin embargo, la credencial de españoles —Maria Amélia nos dio a entender que hay más interés aquí que allí por la importancia de su pariente—, nos abrió las puertas de esta casona, del refugio de Pascoaes, de la fuente en el pasillo, de la cocina de granito, de sus libros —tuve en mis manos la Pequeña antología de poetas portugueses que hizo Díez-Canedo y que dedicó autógrafa en ese ejemplar al escritor— y nos brindó uno de los muchos momentos agradables de estos días de vacaciones.
Nadie, fuera de Amarante, en donde nació Teixeira de Pascoaes, supo darnos referencia precisa del paraje literario que yo quería visitar, cuya rareza turística hacía pensar en cierta familiaridad de intereses... Y en efecto, pues uno de los visitantes más recientes de la casa —nos dijo Maria Amélia— fue alguien bien cercano, Antonio Sáez Delgado, uno de los españoles que mejor conoce la obra del escritor portugués y que mejor ha divulgado su importancia y su presencia en el panorama literario español en el primer tercio del siglo XX. Lo nuestro del jueves, en definitiva, fue una manera moderna de leer al místico y metafísico Teixeira de Pascoaes. Lo merece.

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