viernes, marzo 12, 2010

Miguel Delibes

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Descanse en paz. Hace muchos años vino a Cáceres traído por la Institución Cultural "El Brocense" en aquella época de esplendor en la que quienes estudiábamos Filosofía y Letras teníamos la suerte de escuchar a Miguel Delibes, claro está, a Rafael Alberti, Dámaso Alonso, Claudio Rodríguez, Gonzalo Torrente Ballester, Luis Rosales, y a tantos otros que vinieron de la mano de Ángel Sánchez Pascual, a quien hay que agradecer lo mucho hecho durante aquellos años en los que él "tuvo una importancia decisiva", como escribió Santos Domínguez en su Memorial de un testigo (Editora Regional de Extremadura, 2002).
Cuando vino Delibes a Cáceres yo estaba en tercero de carrera; y Sánchez Pascual, como siempre, nos avisaba a los que estábamos en la revista Residencia para que fuésemos al antiguo Hotel Extremadura —con un magnetófono Philips gris que a mi hermano Josemari y a mí nos regalaron nuestros padres— para entrevistar al escritor de turno. Delibes llegó griposo, con pocas ganas de hablar con un médico muy lector —mi amigo Juan José Domínguez—, con un estudiante del último curso de Filología —mi compañero Miguel Ángel Teijeiro— y conmigo, que al final redacté la entrevista que se publicó en Residencia. Cuadernos de Cultura (núms. 7-8, 1983, págs. 109-111). Aquello se tituló —y confieso que me da un poco de vergüenza la tontería— "Tras la cartuchera de las palabras". Delibes habló poco —nos preguntó por Ricardo Senabre, recuerdo, evocando una visita anterior a Cáceres—; pero dijo cosas de interés. La anécdota posterior, cuando se publicó la conversación, la he contado varias veces a los amigos. Yo escribí que Delibes era un "sereno y agradable conversador" y se publicó que era un "sereno y agradable conservador".
Miguel Delibes (1920-2010) estudió Derecho, como mis amigos y compañeros de aquellos años Paco Martín Camacho y Salustiano Álvarez Buiza, que fueron quienes me enseñaron el Garrigues, es decir, el Manual de Derecho Mercantil de Joaquín Garrigues, del que Delibes decía que había sido su libro de referencia para aprender a usar la lengua. Lo recomendaba a los jóvenes escritores más que leer a Kafka. Si se lee a Kafka —decía— se corre el riesgo de querer repetir El proceso; pero a nadie se le va a ocurrir escribir un curso de Derecho con el que se aprende a valorar los adjetivos, a escribir con frases justas, con claridad y con sencillez.

4 comentarios:

Miguel Salazar dijo...

Recuerdo que me contastes aquel encuentro. Y precisamente se lo he referido a Rocío con la noticia de la muerte de Delibes antes de leer tu entrada. Recordaba lo del catarro y sobre todo la aparición de un periodista que quiso alardear de experiencia en el trato con personajes delante de unos estudiantes de filología. El sujeto en cuestión tomó el protagonismo de la entrevista y largó sus conocimientos de la obra del escritor con la pregunta: "Don Miguel ¿qué tal la caza?".

Las cuestiones de literatura para los aficionados.

Anónimo dijo...

Contaste, contaste...

Anónimo dijo...

Yo soy lector, y creo que no malo, desde los 14 años, y gracias a Miguel Delibes. Fue un emblema, un mito, una emoción para mi mentalidad de lector adolescente que empezaba a entusiasmarse, gracias al descubrimiento de su obra, por el lenguaje y las palabras. Gracias, Miguel Ángel, por tus palabras de recuerdo.

Unknown dijo...

El martes dedicamos la sesión del club de lectura de Almendralejo a M
Miguel Delibes. Tras charlar sobre su vida y su obra, y el Garrigues "fundacional y nutricio" -me he esforzado para que esto resulte mucho más cursi que lo de las cartucheras-, leímos algunos cuentos suyos. La semana que viene veremos la película Los santos inocentes y luego la comentaremos. Creo que esto también constituye un buen homenaje a Delibes. El amigo Paco Martín Camacho