miércoles, mayo 27, 2009

Larra

En la misma habitación numerada (226) en la que leí el libro de Elías Moro aquí aludido, leí la mayor parte de este otro de Jesús Miranda de Larra (Aguilar, 2009). Este tipo de libros casi siempre me defrauda. Aun así, éste tiene una información y una manera de presentarla que resultan útiles, aunque no pueda decirse que definitivas, como conviene a esos grandes estudios biográficos que se han publicado sobre autores principales.
Para el estudioso y para ciertos lectores exigentes, a este libro le sobra descripción somera y grado elemental ([El Romanticismo] “Fue un movimiento principalmente literario, pero también afectó a la música y a las artes visuales” […] “El absolutismo de Fernando VII impidió el florecimiento del Romanticismo en España y no fue hasta después de su muerte, en 1833, cuando llega a España.”), y le falta el estilo y el pulso narrativos que mantengan en el lector parecida intensidad a la atribuible a la corta vida que se cuenta.
Jesús Miranda es muy deudor de los grandes estudiosos de Larra, como Carmen de Burgos, José Escobar o Rumeau, como Romero Tobar, Varela…, a quienes cita en su “Reconocimiento”; y aporta documentos y referencias inéditos. Pero al lado de cartas de interés, de datos útiles, y de poemas reunidos sin explicación, encontramos secciones tan poco fiables como “Ideario y fraseología” (“Libertad en todo”, reza una de esas frases sin mención de procedencia) o tan insustanciales como “Itinerario madrileño”, que parte de la calle de Segovia en la que nació Larra y llega a la parroquia de San Andrés, que le toca de cerca. Se escamotea una base razonable a la hora de fabular sobre los últimos instantes del escritor, pero se dedican más de cuatro páginas al inventario de sus pertenencias, desde una levita de paño negro hasta los Cuentos morales de Marmontel.
Por último, me ha llamado la atención, después de tantos documentos reproducidos para bien del conocimiento, que en la página de créditos se mencione el © de los Herederos de Luis Cernuda porque en el capítulo IV del libro se reproduce el poema “A Larra con unas violetas”. Insisto; cualquier día se presentan en clase o en casa los comisarios de una Sociedad para pedirme cuentas por utilizar tanto la poesía de Cernuda. ¿Sólo la de Cernuda? Es que no tengo conocimiento…

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