domingo, agosto 31, 2008

Mundo Babel

Esta mañana he escuchado el último programa de Mundo Babel, en Radio 3. Sí, otro programa de calidad que desaparece de la radio pública. No sé si con él también se va de la casa Juan Pablo Silvestre. No sé. Al terminar la emisión del programa dedicado a Radio Nikosia, he abierto un correo electrónico de su asociación cultural con el siguiente titular:

Tras 8 años en antena, Mundo Babel, el programa que dirige y presenta Juan Pablo Silvestre en RNE-R3, se despide hoy 31 de Agosto del 2008 de 10 a 12 de la mañana con un especial dedicado a Radio Nikosia.

Decía el cuerpo del texto:
“Esta última emisión, en el último día de verano, seguro que será para todos especialmente emocionante.
La Asociación Cultural Radio Nikosia y el programa que ésta emite desde Radio Contrabanda quieren manifestar su agradecimiento a Mundo Babel y a Juan Pablo Silvestre por acoger nuestra voz, en tantas ocasiones, en la emisora de RNE desde hace 3 años.
La conexión afectiva de Mundo Babel con Nikosia es grande. Su director y presentador nos ha cedido alguna de sus canciones, como Mi Querida Babel, la bellísima sintonía del programa que hacen desaparecer, para recaudar fondos para nuestra Asociación en momentos difíciles. Siempre tuvimos abiertas las puertas y los micrófonos de su estudio para manifestar nuestra voz de manera digna, desde un espacio —de los pocos que quedaban en radio— de calidad absoluta artística y cultural.
Una despedida lamentable, ya que por motivos que desconocemos y no serán de audiencia —porque es bien sabido que la tiene y mucha—, el programa dejará de emitir definitivamente este último domingo. Ha tenido Juan Pablo Silvestre la delicadeza de despedir su hermoso Mundo Babel con el programa dedicado a Radio Nikosia.
Sólo queda agradecer a Mundo Babel el espacio onírico y hermoso que ha sido. Esperamos que, desde otro lugar, su magia siga conmoviéndonos. ¡Qué locura más grande que dejen de emitir un programa como éste!, reclamamos los propios locos. ¡Qué locura de perverso y pervertido sistema! ¿Quizás era Mundo Babel una verdad incómoda?
Hay unos versos de Vinicius de Moraes que dicen sobre el amor que
não seja imortal, posto que é chama, mas que seja infinito enquanto dure.
Ésta es la intensidad con la cual uno puede entregarse, dejándose atravesar por lo que uno hace. Y este ha sido el caso de Juan Pablo Silvestre, en estos años de impecable trayectoria radiofónica.
Una "radio posible" que ha dejado semillas, ha abierto caminos y ha construido horizontes para nuevos amores, nuevos trabajos, nuevas pasiones a ser compartidos. Desde Radio Nikosia queremos agradecerle esos nuevos horizontes que ahora podemos buscar en complicidad.
Un gran Amor a Mundo Babel en esta despedida triste, y ojalá... ¿vuelva?”
Pues eso, un programa el de hoy emocionante, una triste despedida, una locura.

jueves, agosto 28, 2008

La felicidad sin importancia

Tiene razón José Manuel Díez al reparar en la paradoja de unir felicidad y futilidad en esa propuesta que me ha llegado por dos lados que agradezco, el de Hilario Jiménez y el de Daniel Casado. Seis cosas sin importancia que me hagan feliz. Pues no sé; hay decenas de pequeños detalles que agradan.
El primer beso del día. Que Gabriel, mi kiosquero me llame por mi nombre. Corregir una errata antes de que sea tarde. Desayunar en la Biblioteca Nacional. Buscar una palabra en un diccionario. El último beso del día.
Y, luego, hay días malos, en los que los extremos se tocan.

Un lapsus y una nota

El otro día, un locutor de radio tuvo el lapsus de no recordar el nombre de la presidenta de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, la guionista y directora Ángeles González Sinde. En casos así, pienso en que tendemos a minusvalorar al personaje que ha sido objeto del olvido y casi nunca a tildar de ignorante —tampoco hay que exagerar— al que se ha quedado en blanco. No saber el nombre de una persona notable no nos hace necios, sino a ésta escasamente notoria. Curioso.

Por cierto, el próximo 12 de septiembre, viernes, a las 20.30 hs., en el Gran Teatro de Cáceres, se celebrará el acto de entrega del Premio González Sinde, de la Academia, al Festival Solidario de Cine Español de Cáceres, organizado por la Asociación Cinéfila Rebross.

lunes, agosto 25, 2008

Quilombo

El viernes salí de la librería con este libro hermoso de Santiago Castelo, Quilombo (Sevilla, Point de Lunettes, 2008). Tenía noticia de él por Hilario Jiménez en su blog; pero, ocupado en decenas de asuntos y de lecturas, me había olvidado de esta novedad de un poeta tan relevante y tan cercano.
Dice el propio autor que se trata de un libro variopinto. Y mucho. Parece que le va bien el título, que es palabra, dice el autor, “sonora, polivalente y gachona”. Si, señor. Quilombo parece que proviene de África y significa en países como Argentina, Bolivia, Chile o Paraguay ‘prostíbulo’; en algunos de éstos, también se utiliza vulgarmente para ‘lío’, ‘gresca’ o ‘desorden’; en Venezuela, sin embargo, es ‘andurrial’. “Sirve —como dice Santiago Castelo—, en su anarquía, para todo”. Y así ha querido bautizar el escritor esta algarabía poética en la que hay poemas para todos los gustos.
Antes de pararme en un par de ellos, diré que, para los que conocemos a Santiago Castelo, Quilombo puede leerse y escucharse. Hay textos en los que uno escucha tras ellos la poderosa voz del autor con su acento extremeño y su retórica declamante (“Arroyo campanero”, “El novio de Sevilla”...) y hay otros en los que esa sonoridad se oculta y el lector se apropia del texto con su propia voz. Sin dejar de reconocer el oficio de Castelo en el neopopularismo, en el manejo del lenguaje poético y la musicalidad para la poesía más de circunstancias, me quedo con esos otros poemas en voz baja.
Hay dos, especialmente. La luminosa “Elegía para un hombre honesto”, dedicada a Fernando Tomás Pérez González, y “Huerto de cruces”, un poema más para sumar a esa antología de textos dedicados al cementerio alemán de Yuste. Dos espléndidos poemas con sus circunstancias.
Y es que, sin contar otro buen poema —“Cementerio alemán (Yuste)”, de Las sílabas del tiempo (2007), de Santos Domínguez, conocido hace ya meses—, en los últimos días me he topado con tres nuevos poemas para ese digno florilegio. El primero, el texto de Álvaro Valverde, incluido en su último libro Desde fuera (2008), “Regreso al cementerio alemán”, un texto del que nos habló el autor en este medio y que habrá que corregir en edición futura, si mi lectura es correcta, por la errata de su último verso (“Respeto y humildad para los muertos, / más [sic] no, nunca jamás, para la muerte.”) que tanto quiebra el ritmo de los endecasílabos. El segundo lo he conocido gracias a la gentileza de su autor, Daniel Casado, y pertenece a un libro inédito, Oscuro pez del fondo. Es, también, “Cementerio alemán, Yuste” y parece que dialoga con algún otro texto precedente. Muy interesante. Y el tercero es el ya mencionado de Quilombo: “Huerto de cruces (Cementerio alemán de Yuste)”, dedicado a Antonio Gallego y Gallego y abierto con un lema de Álvaro Valverde, cómo no: “Tiene la muerte una medida exacta”, espléndido primer verso de ese excelente poema de Una oculta razón (Madrid, Visor, 1991) “Cementerio alemán, Yuste”. Qué grata novedad todo.

sábado, agosto 23, 2008

Un problema

Gracias a mi colega y amigo Pedro Ojeda, sé que lo que le pasa a mi blog no es algo exclusivo de este sitio. Comentarios de Beatriz, de Tenerife, o de Gabriel, de Denia (y Montevideo), en un foro de Blogger indican que debe tratarse de un problema de configuración general. En mis entradas antiguas anteriores al 3 de agosto —que corregí el otro día— todas las tildes, guiones, eñes y otros signos han sido sustituidos por interrogaciones, sueltas o en rombitos, lo que hace en ocasiones ilegible el texto. Sólo ocurre en las entradas que tienen fotografías o ilustraciones. Si uno busca una entrada antigua con sólo texto observará que no se da ese problema. Un misterio que Blogger no soluciona por ahora; y no estoy por la labor, como Bea, de ir una a una corrigiendo las anotaciones de este blog. ¿Alguien puede ayudarme?

viernes, agosto 22, 2008

Crematorio

Empecé a leer esta novela en Lisboa, en casa de Ángel Campos Pámpano, por su ejemplar, hace unos meses, en febrero. Me la recomendó con esa vehemencia que pone él en los adjetivos que aplica a lo literario; y yo, casi siempre, le hago caso. Luego, en Cáceres, compré la novela y seguí leyéndola. (Bueno, volví a empezar por el principio). El ejemplar viajó conmigo a Florencia y también su lectura me ocupó a muchos pies durante el vuelo hacia Madrid, cuando me di cuenta de que había páginas en blanco (385-388-389-392), la forma de un pliego que no se imprimió. Hoy, seis meses después de empezar a leer esta excelente novela de un autor que siempre me ha interesado, he recogido de la librería un nuevo ejemplar sin tacha. A ver si acabo. Pocas veces he leído un texto moderno por tres ejemplares distintos, y no sé si a lo largo de tanto tiempo. Merece la pena. Tenía razón Ángel. Es una novela cojonuda. Tiene ese sabor Chirbes del relato de lo decrépito. Yo se la recomendaría a todos los que leen novelas históricas, novelas con argumento, con diálogos y esas cosas...; a los que leen literatura entretenida. Por ver qué pasa.

Rafael Chirbes, Crematorio. Barcelona, Editorial Anagrama
(Narrativas hispánicas, 418), 2007.

La información

El miércoles, tras el desastre ocurrido en el único aeropuerto de Madrid y cuando en la radio ya daban alguna información más precisa —siete muertos y cuarenta heridos— sobre la tragedia, mi madre ya echaba la siesta. Al levantarse, nos dio la noticia:
—Qué accidente tan tremendo de un avión. Lo han dicho por la radio. (Ella tiene un pequeño receptor de radio al lado de la cama por el que se entera, principalmente, de la hora, sí, y de alguna noticia).
Ayer, mi madre se extrañó por no ver imágenes por televisión de SS. MM. los Reyes de España expresando sus condolencias a los familiares de las víctimas. Le dije que no está bien la escenificación del dolor de la gente, y que la zona a la que SS. MM. habían acudido estaba restringida, y, con mi razonamiento sobre la obscenidad de la manera de informar de algunos medios, le conté que, además, un juez prohibió la difusión de imágenes de los cadáveres —si las hubiere, que las habrá.
El miércoles escribí unas notas sobre el tratamiento de la información sobre la catástrofe. Pensé en publicarlas aquí, pero me pareció que no hacían justicia con una profesión tan digna como la de periodista. Ayer leí en El País una columna de Enric González que era más fuerte de lo que yo había escrito, y tampoco es que E.G. se excediese; pero sí que decía que “el reportero ejerce de bestia carroñera” y que “Da lo mismo que alguien esté en una camilla: si se pone a tiro, se le acerca el micrófono”. En la misma página del periódico se denunciaba el tratamiento de la noticia de la catástrofe por TVE, para la que tuvo más importancia el fútbol. Así fue, y lo cierto es que ni en La 2 se alteró la retransmisión de pruebas, en diferido, de los Juegos de Pekín.
El pasado y negro miércoles, y ayer, se ha impuesto otra ‘escuela’ de periodismo: la del ejercicio de la profesión al servicio del consumidor de la información; no del escuchante ni del lector. Antiguamente, cuando no había nada que decir, se ponía la carta de ajuste, es decir, no se emitía. Hoy, hay que emitir a toda costa, y por eso hay que informar sobre los litros de queroseno que lleva un avión, sobre el mensaje que envió una mujer que iba en el avión poco antes del accidente, sobre el ánimo con el que viajaban los pasajeros de otros vuelos que salieron después de la tragedia... Anteayer el televisor mostraba en directo desde el aeropuerto de Madrid a una periodista y detrás a varias personas hablando por el teléfono, llamando a sus familiares y amigos porque estaban saliendo en la tele. Luego, la misma periodista, a la caza de la información, entrevistaba a uno de esos individuos que llevaban un rato saludando con la mano y le preguntaba si se había visto afectado por el accidente. Claro. Y es que, también, cuando un periodista acude al aeropuerto de Las Palmas a entrevistar a algún familiar de alguno de los pasajeros del avión siniestrado lo hace con absoluto respeto a las víctimas. Así son las cosas. Y así las están contando. Una pena.
Igual algún periodista me llama para entrevistarme por haber sido uno de los ciudadanos españoles que ‘se han hecho eco’ en su blog de la tragedia —“La catástrofe de Barajas en la red”, podría ser el título de la sección— y que se solidarizan con los familiares de las víctimas; o, quién sabe, por haber tomado un vuelo hacia Las Palmas hace años en la misma compañía, en Spanair. O por haber estado en la T-4 hace poco más de un mes y despegar desde la misma pista. Qué sé yo.

“En las horas de intensa tribulación y ruina,
tu ausencia es el suplicio que salva mi vacío.”
—Vicente Núñez—

A todos los que no subieron al cielo hace dos días.

Fotografía: © CMD

miércoles, agosto 20, 2008

La poética de Sebold

Treinta y un años después de la publicación de la mejor edición de La poética de Ignacio de Luzán, la de Russell P. Sebold, que apareció en la colección ‘Textos Hispánicos Modernos’ de la editorial Labor en Barcelona en 1977, Ediciones Cátedra, en la colección ‘Letras Hispánicas’, saca a la calle ésta, actualizada bibliográficamente y con algunas diferencias de contenido —en la introducción— con respecto a la primera. El cariz de estas diferencias pone de manifiesto la vigencia, a pesar del paso del tiempo, del acercamiento crítico y textual a la obra de Luzán que realizó antaño Russell P. Sebold. Lo digo porque, que yo sepa, los añadidos más notorios de esta nueva edición son algo más de una treintena de líneas previas al “Perfil humano de Luzán” que abría la edición de 1977, alguna modificación actualizadora en la redacción de la introducción o de las notas y una nueva dedicatoria general:

A la pobre esposa analfabeta de Luzán

Sí, la señora Francisca Mincholet. Fue una hacendosa ama de casa totalmente analfabeta que demostró sensibilidad hacia la obra de su marido al poner en manos de uno de sus amigos más ilustres, Agustín Montiano, el original de la segunda edición de la Poética (1789), como dejó escrito el editor Antonio de Sancha, para quien ésta era “una de las obras más estimables que se han publicado en España en el presente siglo”.
En cincuenta años desde la primera edición de 1737, la Poética de Luzán se convirtió en un clásico. En menos, en poco más de treinta, clásica es la edición de Sebold de este texto fundamental de nuestro siglo XVIII; y así lo ha entendido Ediciones Cátedra al redifundirla con notables diferencias con respecto a la antigua edición de Labor: el cuerpo de la letra, la disposición del texto, el papel..., todo permite colocar mi ejemplar antiguo, ya amarillento y con las pastas muy fatigadas, a buen recaudo entre los libros fuera de uso, las pequeñas reliquias... ¡Cómo envejece un libro de treinta años, frente a uno de trescientos! En fin...
Quien no envejece al cumplir años —alegría para sus amigos y sus lectores— es Russell P. Sebold, objeto, con Luzán y su Poética, de estas líneas. Cumple hoy años, y ya es tradición reciente dedicarle un apunte aquí. Felicidades, Bud.

domingo, agosto 17, 2008

Pindárica

I

Se me fue el salto al cieno


viernes, agosto 15, 2008

El monólogo de Homero

Es éste el segundo libro de poemas de José Antonio Llera (Badajoz, 1971), autor también de ediciones y estudios literarios. El primero, Preludio a la inmersión (1999) fue publicado en esta misma colección de la Editora Regional de Extremadura; y ambos, hoy, juntos, logran, física o materialmente, representar de manera formidable una trayectoria poética esencial, corta y selecta y muy coherente. La unión de los dos delgados volúmenes que conforman los libros de José Antonio Llera es como dos entregas de un mismo texto, vinculadas por una unidad de forma o de diseño que me resulta muy agradable como modo de lectura. Es así; y me ha invitado a tomar el primer libro y leerlo como la primera parte de una entrega de dos. Además, ambas obras son un único poema, aunque ahora, en El monólogo de Homero (2007), no hay subtítulo —Poema—; pero el sentido unitario es claro en estos 561 versos, si no he contado mal. Vuelve ahora a expresarse el ‘yo’ como la voz que conduce el texto; vuelve, pues, el poema como indagación subjetiva. Y ambas obras, también, presentan esa cierta advocación de la poesía inglesa como referente de lectura y de poética. En el primer libro, Eliot; en éste, John Keats y, claro, uno de sus sonetos a su lectura de Homero.
Quizá, como su personaje, el poeta José Antonio Llera nos confiesa que “Ya no busco ponerme a salvo”, que no transita por los lugares comunes de la vida literaria y poética, y cruza “calzadas desérticas” instalado en un “lenguaje incomprensible” —yo habría dicho ‘no compartido’ o algo así— para muchos. Una voz singular y una escritura estimable y de lo más interesante.
Yo animaría a mi amigo Álvaro Valverde, director de la Editora Regional de Extremadura, a pedir a José Antonio Llera su próximo manuscrito poético, y que, si éste lo tiene a bien, tengamos la trilogía —o lo que vaya a ser— de una propuesta poética sobresaliente. Y eso que no me gusta, nada, el principio: “Nací en la generación que temía / todas las epidemias.”

domingo, agosto 10, 2008

Fragmentos de cal

A pesar de que en un rasgo de coquetería Juan Manuel Barrado haya omitido la fecha de su nacimiento (Huertas de Ánimas, Cáceres) en la nota bio-bibliográfica del final, este libro de poemas, quinto de su autor, es una prueba de la madurez de una trayectoria literaria ya importante, en propuestas de diferente filiación genérica y en número de años. Quizá la atalaya vital desde la que contempla su propio recorrido explique otras omisiones de esa nota, pues faltan su primer libro de poemas, Cuarteto (1994), y otro posterior, ¿y si te llamara isla? (2003); que hay que sumar al Texto azul del Café Rocco (1997) y a la Suite Celan (2001), obras más cercanas quizá a los intereses poéticos de Barrado hoy.
Fragmentos de cal, con un prólogo de Ricardo Senabre, lo ha editado en Almería El Gaviero Ediciones en su Colección Salamandria, al cuidado de Ana Santos Payán y Pedro J. Miguel, y a satisfacción plena –estoy seguro— de Juan Manuel Barrado, un autor que busca siempre una base formal, no sólo como ornamento sino como esencialidad artística y que logra, creo, con este libro ese nexo entre la llamada poesía discursiva y la visual y ‘objetual’ de otras propuestas en las que lleva desde casi el principio de su trayectoria. Además, contiene, de una manera desenvuelta y con cierto dominio, claves de todo el discurrir del autor por el árbol de la literatura, de Celan a Brossa en las devociones míticas, de Felipe Núñez —todo el libro está a él dedicado— a Antonio Orihuela entre las fraternales; y muestras de ese modo ético, de esa vertiente moral que menciona Senabre en su texto introductorio, y que viene de libros anteriores, muchas veces, como atenuante de un culturalismo vocacional.
Ya decía yo lo de la madurez de este libro de altura —27 cms.— y esa conciencia del tiempo o de la edad. “Donde hubo paraíso” es un poema doble, o un mismo poema en dos partes. Abre y cierra el libro. En el primero, es la madre; en el segundo, el padre. Y el último verso de ese último poema y del libro: en mitad del camino de la vida.

sábado, agosto 09, 2008

Vals

Farmacia en la calle San Pedro, Cáceres. 12.10 horas. Una pomada para la rodilla de mi madre, y una pasta para prevenir la periodontitis —de mi madre, no. Mientras espero frente al mostrador en el que espero encontrar folletos de productos medicinales y cosméticos, cojo esta tarjeta.
—Aquí nos dejan de todo —me dice el mancebo con media sonrisa.
Quizá hemos pensado en lo mismo, en cierta rareza, en ese aspecto inusitado que a mí me lleva a escribir aquí este item. La realidad, luego, me ha sacado de mi error. Carmen me ha dicho que conoce a novios para casarse —valga la redundancia— que han ensayado durante un tiempo para el vals de la boda. O sea, que hay demanda.
Me alegro; no de la demanda, sino de que los que la cubren se ganen la vida. Sea. El vals. Una languidez que revierte, como en el poema de Vicente Aleixandre.

Vicente Huidobro, Gerardo Diego, Juan Larrea y Guillermo de Torre




A José Luis Bernal Salgado,
con mi enhorabuena

Creo que estas dos fotos apareadas en el lado izquierdo escenifican uno de los dos argumentos principales de esta excelente edición del Epistolario 1918-1947 de Vicente Huidobro con Gerardo Diego, Juan Larrea y Guillermo de Torre. En la fotografía de abajo están Huidobro y Diego, y falta Larrea, que es quien hace la foto en septiembre de 1924 en Sables d’Olonne, en la francesa Costa de la Luz. En el mismo lugar y la misma fecha que en la fotografía de arriba posan Huidobro y Larrea, mientras que el que falta, Gerardo Diego, toma la instantánea. Qué mejor manera de ilustrar el cruce de cartas entre estos tres personajes, el maestro y dos discípulos, si puede decirse así. 144 misivas entre los tres, y de las cuales se presentan en este volumen 120 inéditas.
En esa pareja de fotos, falta, sin embargo, la otra figura; la del otro argumento relacionado, y quizá el más morboso; la contrafigura de Guillermo de Torre, que mantuvo una correspondencia a partir de 1920 con el autor de Altazor algo tempestuosa a costa de la autonomía del ultraísmo o de la paternidad del creacionismo, y que en esta edición se cifra en 23 cartas, 18 inéditas.
La edición, primorosa como las de la Residencia de Estudiantes, es un volumen más del proyecto Epístola dirigido por José-Carlos Mainer, y está elaborada por alguien que conoce bien la poesía española de la vanguardia, el profesor de la Universidad de Bérgamo Gabriele Morelli, y muy cercano a nuestra Universidad. (Hace un mes estuvo por aquí, en el Curso de Verano de la UEX Carlos V en la literatura y en las artes, dirigido por Mª Isabel López Martínez, y que se celebró en Yuste del 3 al 5 de julio).
El epistolario se cierra en 1947, con una carta manuscrita de Huidobro a Larrea desde Santiago de Chile, dos supervivientes, valdría decir, de esta correspondencia. Sin embargo, esta cronología se incumple con una sutileza de un tono humano que supera cualquier diatriba literaria, y que es digna de mención: se añade una nota de Manola Huidobro, hija del poeta, a Gerardo Diego once años después de la muerte de su padre, o sea, en 1959, que acompañaba un ramo de rosas y que certificaba la fusión amistosa de ese “triduo indisoluble” que está representado en esas fotos de arriba. Qué formidable manera de culminar esta lectura, casi de novela, de unas vidas, con sus filias y sus fobias, con sus secundarios, con la noticia de un ‘secuestro’, con tanto de interés... Tan recomendable.

Vicente Huidobro, Epistolario. Correspondencia con Gerardo Diego, Juan Larrea y Guillermo de Torre 1918-1947. Edición de Gabriele Morelli con la colaboración de Carlos García. Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes (Col. “Epístola”, núm. 7), 2008.

A falta de referencias precisas,
© de las fotografías incluidas en las páginas [183] y [184],
el mencionado en la citada edición para las reproducciones.

jueves, agosto 07, 2008

Razón de mudo

Mi conversión de ayer de las densas páginas de Razón de mudo (Aprender a esperar), al formato electrónico debe entenderse como una manera de destacar la calidad del texto, por la gana de que el medio se llene de literatura como la que ha salido de la mano de Agustín Villar. De una mano, diré, incontinente, desbocada según qué razones —aunque la principal sea esa necesidad de la palabra...—, que se nos revela así, con un montón de textos, con varios libros en uno, sin anestesia, sin pensar —y por qué sí— en que tanta cantidad de vida, pensamiento y literatura pueda resultar excesiva. Estoy seguro de que para algunos será así. Y, paradójicamente, será para los que simulen haber leído las 437 páginas de este libro espléndido y que, sin embargo, sólo las hayan hojeado. Para éste que ha leído el libro de su cabo a su rabo, y mucho de él durante las horas raramente palpables de un hospital, sólo enumerar la cantidad de sugerencias, complicidades e iluminaciones que aporta su lectura le aleja de cualquier sospecha de indigestión de alta literatura, algo tan antagónico como antiagónico. Por otro lado, es muy difícil mantener a lo largo de tantas páginas un interés de concepto tan uniforme y evitar indeseadas reiteraciones en este medido flujo de conciencia que insiste sobre el amor, la creación, la muerte, las ideas, la lectura... O sea, lo de siempre.
“Quizá sea el escribir una buena terapia de autoafirmación” [321], dice el escritor. “Tú sabías por otros que escribir es ceder a la tentación de ser Dios, algo imposible e irremediable.”[105], dice otra voz del escritor, que construye un libro de libros, un libro, como quiere el autor, híbrido y mestizo, múltiple, ambiguo, “un mamotreto fragmentario” [265], con un acierto artístico que se convierte en defecto que no solemos tolerar en las personas, mirarse mucho a sí mismo. Quién no.
He recibido una circular de Ezequías Blanco, el director de la revista Cuadernos del Matemático, que va a cumplir los veinte años de existencia con su número 41-42 que aparecerá en febrero de 2009, en la que pide colaboraciones para el acontecimiento. Voy a enviarle un par de páginas sobre Razón de mudo, si lo tiene a bien.

miércoles, agosto 06, 2008

Primera nota sobre una lectura

Hay blogs o cuadernos electrónicos hechos a base de breves textos —es uno de los rasgos recomendables del ‘género’, la visualización a un golpe de pantalla, más o menos—, a manera de aforismos, de teselas en las que el escritor vierte un pensamiento. Su condición de diario a veces se cumple a entrada, texto o item por día; pero no se pierde por que se escriba dos veces, por ejemplo, por semana.
Tengo entendido que algunos escritores de estos diarios electrónicos ya los han convertido en libros convencionales. Incluso Alfaguara tiene una colección que se llama “Libros del Blog” (El Boomerang), en donde apareció Abierto a todas horas (2007), de Félix de Azúa, que tiene su blog, aunque, claro, la mayor parte de sus entradas, últimamente, es reproducción de sus artículos remunerados en prensa (El Periódico de Catalunya, El País).
Como Razón de mudo (Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2008), de Agustín Villar, comparte muchos rasgos con ese tipo de escritura de cuaderno de bitácora electrónico —con los más auténticos y literarios—, se me ha ocurrido hacer la conversión de las 437 páginas de este libro, y sus 1.029 textos (880 + 149) en lo que podría ser un blog. Y me da uno con una edad de tres años, a veinticinco entradas por mes, que es una media muy alta, incluyendo el pico de los siete meses de este año, más o menos.
Imaginemos, entre las más de mil entradas de ese blog, ésta:
“Lo puro, si es puro, no quiere reverencias ni discípulos. Mantiene un desdén decidido sobre los agobiantes hábitos de la tribu. Asilado en las palabras, nada pretende del resto. Seducido, o incrédulo o aturdido o exaltado, el lenguaje le da cuanto desea.” [583]
Serían necesarias ciertas nociones de contexto. A saber, la primera: que el sujeto del texto, la tercera persona, es el personaje inventado por el ‘yo’ que escribe y que tiene los mismos rasgos que el personaje inventado. Cosas del género. Y el punto de impostura que lleva a decir que “el lenguaje le da cuanto desea”. Porque cuando uno conoce el medio y los seres que lo habitan, sabe que el lenguaje no sacia la sed del creador. Ojalá. Sobraría el eco de la crítica. […]

domingo, agosto 03, 2008

Primer domingo de agosto

Llevo gafas desde los quince años. Estaba en 2º de Bachillerato y el primero en reírse de mí fue mi profesor de Latín. La verdad es que duró un instante el gesto insignificante que ahora evoco treinta años después, como si no hubiese pasado nada.
Mi oculista me ha graduado la edad con uno de esos aparatos que ellos tienen para graduarte la vista. Por lo visto, piso ya un terreno proclive al cansancio y la pereza en términos ópticos, los 45. Y como, a pesar de todo, mi oculista sabe que Rousseau escribió (Emilio, o De la educación) que el hombre que más ha vivido no es el que más años tiene, sino el que más ha experimentado la vida, ha querido ofrecerme la experiencia de tener dos gafas. Las de lejos, o sea, las de siempre; y las de cerca. Y desde la tarde de ayer vivo con la extraña sensación de ver todo más grande desde cerca, que más que un pleonasmo es eso, una sensación que va a hacerse experiencia.
Estoy confuso. He leído El País y no parecía España, sino Canadá. Un cuerpo doce de una garamond, en pantalla, me ha parecido un catorce, y a veces, cuando me pongo las gafas nuevas me da la sensación que me llevo al ojo un cuentahílos. Todo es más grande. Ayer, la noticia de la muerte de Leopoldo Alas se me hizo inabarcable; la lectura del relato Luz de agosto de Gonzalo Hidalgo Bayal, espléndido y compacto como todo lo suyo, me valió por dos... No sé si acabo de llegar a una nueva realidad que desconocía o si la verdadera realidad es de cuerpo doce y este adminículo de las lentes la eleva para que yo viva esta ilusión. Sigo confuso. Dice el oftalmólogo que será cuestión de días. Otro émulo del Dr. Pangloss, me he dicho.


Ilustración: Antonio Gómez, Sobredosis.
Premio de Experimentación Poética, 1994.

viernes, agosto 01, 2008

La soledad de las vocales

A medida que uno se hace mayor leyendo, entre los sentidos que se aguzan, hay dos de signo opuesto que no siempre son incompatibles; es más, yo creo que se complementan. Por un lado, uno tarda cada vez menos en darse cuenta del escaso interés que tiene lo que está leyendo; y a veces ocurre de una manera intuitiva, incluso prejuiciosa, ya que un título, el aspecto exterior de un libro o cualquier otro detalle pueden ser razones para descartar según qué lectura. Por otro lado, leer te acerca de tal modo al hecho de la escritura que cada día percibe uno mejor la dificultad que ha entrañado haber escrito lo que uno lee. Y esto es lo bueno.
Esto úlltimo es lo que me ha sugerido la lectura de La soledad de las vocales (Barcelona, Bruguera, 2008), de José María Pérez Álvarez. Porque, a pesar de haberla leído hace un par de meses, sigue presentándoseme el mismo pensamiento sobre lo difícil que es escribir algo así. Quizá deba corregir lo de arriba, y no hablar de la experiencia lectora; sino de la incapacidad de uno para hacer cosas que quizá para otros resulte sencillo resolver. Por ejemplo, escribir. (Si supiese alguien el tiempo que me ha llevado el primer párrafo...)
Elaborar un monólogo, a manera de flujo de conciencia con sus reiteraciones, que sale de una voz ubicada en un número —no otra cosa es en un tipo de relato así la habitación 9 de la pensión LAUSANA desde la que el ¿protagonista? malvive— puede resultar un recurso ya visto y fácil; pero atendido en la lectura con su debido tiempo, genera esa admiración de lector que digo.
Está muy bien elaborada la estructura invisible de este relato; sus diálogos inaparentes, su culturalismo que no parece o sus descripciones que no existen son admirables formas de lo no convencional en novela, y gustan a los lectores con escasos prejuicios —incluyo todos (los prejuicios). Tengo ejemplos marcados en el ejemplar que el propio Chesi me envió en abril; pero pongo aquí otras líneas: "de nada, la literatura nunca trata de nada, es un vacío, así que pienso que la literatura es como mi vida, como mis recuerdos que son nada, ni siquiera humildes o miserables, nada, ése es el argumento de cualquier existencia" […]
Hay otras habitaciones, claro, en la LAUSANA. Están la 2 de la ex nadadora, la 5, la 6 del escritor, la 4, la 7 del tapicero... En ellas hay más nada, o sea, mucho. La soledad de las vocales, y de las consonantes.