domingo, diciembre 02, 2007

Cádiz

He estado en Cádiz en un Congreso sobre Manuel José Quintana, con motivo del 150 aniversario de su muerte. Allí me he reencontrado con amigos y colegas que no veía desde hacía tiempo. Principalmente, con los del animoso y activo grupo de estudios sobre el siglo XVIII de la Universidad gaditana, organizador del encuentro, con Alberto Romero, Fernando Durán, Marieta Cantos —hoy Vicerrectora de Extensión Universitaria—, y con Alberto Ramos, Alberto González Troyano... También estaban Pepe Lara, de Málaga, Pepe Checa y Joaquín Álvarez Barrientos, de Madrid, Emilio La Parra, de Alicante, y de Cáceres, tan cercanos, Malén y Jesús. Congresos así son una delicia. Por el formato, por la ciudad en la que uno vive durante unos días —yo, menos días—, por el hospedaje, cómodo y con el atractivo de despertar a un lado con la vista del mar y al otro con la de las calles estrechas que rodean la Torre Tavira, por esa maravilla de desplazarse a pie a todos los lugares de interés. Los primeros y los más cercanos, claro está, la Facultad y el aulario “La Bomba”, donde se celebraron las ponencias. Y luego, tiempo para todo en tan poco tiempo. Para tomar manzanilla y algunas raciones con aceitunas machás riquísimas, en el Veedor —allí, de pronto, Luis Mateo Díez, otro grato reencuentro, por celebrarse las cien presencias literarias en la Universidad de Cádiz, cien— o manzanillas varias —la fina, la olorosa, la madura...— en Don Miguel. Impresionante. Dio tiempo a ver con tranquilidad la exposición de la Catedral Vieja, La imagen reflejada, sobre el Barroco andaluz —ha habido y hay otras en Sevilla, Jerez, Málaga, Córdoba, y Granada—, y no dio tiempo —y ya está bien— a intentar conocer desde lo más dentro posible un poquito del arte flamenco gaditano. Si llego a encontrarme con Chano Lobato le pido un autógrafo. Yo, tan poco dado a esas cosas. O, si alguien, como hizo Alberto González Troyano con ciertos rincones de tertulia y copa, me hubiese llevado a los del cante, estaría ahora hablando del aire que fue de Enrique el Mellizo, de Rancapino, o de ‘El Cascarilla’, a quien el sábado escuchábamos en el coche, en Duendeando, de Radio 3. Música de fondo.
—Madre, la cultura que da el moverse de donde uno está.

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