domingo, enero 07, 2007

Cuenca


Fue un buen regalo de Reyes visitar Cuenca. Las dos. La Cuenca alta y la Cuenca baja. No se comunican, me parece, entre ellas. Es como si no se conociesen, no sé. Quizá sea la imposición orográfica, lo alto y lo bajo, y que los contrastes de otras ciudades aquí se agudizan, como la ciudad de más acá del río y la de más allá. En otros lugares no pasa eso. Nosotros vivimos durante tres días y pico en la parte de arriba, y veíamos a una gente que no se correspondía con la de abajo. Arriba, la Fundación Antonio Pérez y su impresionante colección, y el Museo de Arte Abstracto. Abajo, la Cabalgata de Reyes y las colas en las tiendas de ropa porque habían empezado las rebajas antes que en otros sitios. Luego, las torcas, la serranía y el nacimiento del río Cuervo, y en Vega del Codorno una excelente comida, "donde no bajan ni las águilas", nos dijo el dueño del restaurante, que nos mimó, precisamente por eso.
Ya en casa, tanto... Poner orden en todo, libros y más libros, papeles, la sorpresa de leer el blog de Gonzalo Hidalgo con el fondo musical de los tonos más chulos para bajarse, estridentes, Shakira y más, y Kafka en la orilla, y volver a comer escuchando a Ramón Trecet, que dedicó unas palabras bien pronunciadas a Pernando Barrena y Arnaldo Otegi sobre la indignidad desde un punto de vista humano ante los últimos acontecimientos, y los mejores deseos de la gente más cercana, y un nuevo encuentro con la necesidad de tomar una determinación ante lo que algunos llaman perder el tiempo en leer a los amigos y no poder hacerlo con Thomas Mann en español, o con don Miguel, o don Benito... En fin, saludos de nuevo.

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